El archivo de Bela Gold
Aunque su punto de partida conceptual es la ausencia, la obra de Bela parte del cuerpo y los sentidos, el elemento básico de la presencia. Sus soportes—piedra, papel, carnaza, madera de reuso, cuero--nos remiten a la naturaleza y a la riqueza de la experiencia sensorial que permite, a la vez que evocan la inscripción del tiempo en la materia, combinando sofistica- dos procedimientos de manipulación digital con elementos y procesos artesanales. La disposición en el espacio y las dimensiones de su producción exigen además una involucración de todo el cuerpo: no sólo la vista sino el tacto y el movimiento en el espacio.
El archivo de Bela se convierte, en este contexto, en un referente virtual que se reactiva por medio de su inscripción plástica. No es casual en este sentido que la gráfica, el grabado, como técnica ocupa el trasfondo de su producción, aunque se aparta de las técnicas, dimensiones y vehículos tradicionales. Asimismo, lo que su obra activa de los documentos no es su valor histórico ni su legibilidad, aunque están implícitos, sino su aura, la presencia humana que constatan y el valor de comunicación de las formas rescatadas del olvido. Los libros, uno de los formatos que emplea Bela, que abarcan desde un formato encuadernado hasta el de largas telas bordadas, tienen un manejo deliberadamente complejo—por su tamaño y materiales-- que dificulta la legibilidad, dando lugar a una vivencia más como escultura e instalación, como experiencia vital, más que narración. La his toria, entonces, en el archivo de Bela, no es diacrónica sino sincrónica, envolviéndonos por medio de la recepción estética en un diálogo cuya consecuencia es una renovada conciencia ética, un archivo presente que no se puede relegar a los estantes de la biblioteca, a los basureros o a la amnesia colectiva.



