El cuerpo como una nave
De ahí hasta su adolescencia no encontró nada que siquiera se acercara a la intensidad de aquél día, y vagó perdida como un adicto buscando la puerta invisible que la descansara de su miserable condición humana y la elevara a los cielos de lo imaginado.
Diez años después de aquella intensa experiencia se mete a estudiar la carrera de actuación en el Centro Universitario de Teatro, de la UNAM. Entonces se da cuenta que en realidad su principal motivación era el terror, sí, el terror a existir. Sentía que era lo suficientemente cobarde como para no vivir nada hasta sus últimas consecuencias y pensaba que eso la convertía en una miserable y mediocre mujer en la última parte del siglo veinte.
Pero la puerta invisible estaba ahí, la percibió viendo a su cuerpo como una nave que podía sumergirla en el espacio de lo posible, y así podía quitarse el gruesísimo traje del terror, construido de puras imágenes ajenas. Entonces creía que trabajaba con la mentira, que la mentira era su sustancia y que por su propia naturaleza sin condiciones era ilimitada, así comenzó a hacer teatro. En aquél camino, encontró gente extraordinaria que le dio herramientas que le enseñaron que nada es mentira, que el tiempo no existe, y que todo acto realizado en el espacio es una realidad absoluta con sus propias leyes de existencia y muerte siempre mutables. Entre esas gentes estaba su querido maestro Juan José Gurrola, así como Pablo Mandoki y David Hevia.
En 1990 viaja a Berlín, ahí su trabajo se aleja del teatro literario acercándose más al trabajo perfórmico de la tradición situacionista, y se contacta con grupos que trabajan Butoh y con la tradición cabaretera alemana. Comienza a experimentar con el cuerpo como signo principal de su discurso, e incorpora otros lenguajes plásticos como la instalación, el video y la foto.
En 1993 se va a San Francisco donde radica cinco años, y continúa su investigación en torno al trabajo del cuerpo, las técnicas de manipulación corporal y el fakirismo. A finales de 1994 regresa a México y desde entonces ha participado en diferentes foros y ha establecido vínculos con circuitos internacionales de performance. Hoy es una connotada artista del performance, que dice que vive de milagro, y que si hubiera perdido el tiempo haciendo una cuenta de banco no sería tan feliz... Aunque dice que ahora que la vida las hecho tan fuertes, a ella y a su preciosa hija de veinte años, no les caería mal un Cadillac rojo convertible. Se aceptan donaciones.
Fuente: Serie documental de Performance Mujeres en Acción, México, 2006.


