Un proyecto de Lorena Wolffer
Curaduría de María Laura Rosa
Esta exposición contiene narraciones explícitas de sexo y abuso sexual.
No es apta para menores de edad.
Sobre la oscuridad, la luz y otros efectos del trauma
María Laura Rosa
La calidad de la luz con la que observamos nuestras vidas tiene un efecto directo sobre la manera en que vivimos y sobre los cambios que pretendemos lograr con nuestro vivir.
Audre Lorde, La poesía no es un lujo, 1977
Las obras que presenta Lorena Wolffer en Archivo oscuro documentan el encuentro con partes olvidadas de su vida y la búsqueda de sentido e integración en el continuum de su realidad. Reflexiona sobre el acto de recordar como uno de los elementos que constituyen nuestra identidad y sobre el olvido como una acción defensiva de la subjetividad para poder seguir con la existencia. Sin embargo, aquello que olvidamos se revela como una enorme potencia, de alguna manera nos marca nuestras elecciones cotidianas, nuestros sentires y pesares.
La palabra archivo tiene varias definiciones, algunas apuntan al espacio del cuidado de la memoria, otras enfatizan en la carga de autoridad que compete a la actividad de archivar, presuponiendo que lo archivado contiene cierta importancia por la sola pertenencia a un espacio que salvaguarda la memoria. En 1969, Michel Foucault da una definición que encuentro más interesante porque habilita pensar en el lugar que ocupa el lenguaje como construcción de relatos, así indica: “(…) el archivo es en primer lugar, la ley de lo que puede ser dicho, el sistema que rige la aparición de los enunciados como acontecimientos singulares”1. Son los discursos quienes determinan la singularidad de aquello que vale la pena ser archivado, es decir, Foucault enfatiza en la dimensión enunciativa de aquello que se archiva y es ésta quien confiere a lo guardado una producción de significados que se renueva permanentemente en cada momento de nuestra existencia. De esa manera, identificamos aquello que nos interpela en un determinado contexto y que genera las condiciones de posibilidad para que ocurra esa identificación.
Ahora bien, ¿cómo podemos acercarnos a un archivo que permanece en la oscuridad, en la impenetrabilidad del lenguaje? ¿Cómo detenernos frente a imágenes que son refractarias al recuerdo, que se vuelven ajenas, incluso, a la misma protagonista del relato? La tarea de quien se encuentra con tal experiencia opaca de su propia vida es tornarse inmediatamente en investigadora/e y recurrir a los más mínimos detalles que pueden brindar información sobre aquel momento, tal persona, o cual objeto. Ese es el lugar que ocupa Lorena Wolffer frente a una serie de imágenes de su archivo personal de las que recuerda fragmentariamente algunos pocos datos o directamente no recuerda nada. Pequeños relatos acompañan todas las obras que aquí presentamos, conformando lo dicho por Foucault: “la aparición de los enunciados como acontecimientos singulares”. Son éstos quienes nos brindan el contexto actual que sostiene el pasado.
Desmemorias
A medida que avanzamos en Desmemorias (2024) nos vamos dando cuenta de que ese pasado olvidado o fragmentariamente recordado se vincula con experiencias traumáticas de la persona, es decir, esos olvidos están en estrecha relación con mecanismos resilientes que posibilitaron y posibilitan transitar el presente. La artista describe así la pieza: “Desmemorias reúne 20 fotografías, postales, cartas, textos y recetas médicas de diferentes etapas de mi vida, desde mi infancia hasta hace apenas unos años, que encontré entre mis cajas de objetos personales. No recuerdo nada sobre las que aparecen en blanco y negro, y solo me acuerdo de algún elemento —como el patrón del edredón de mi cama o la camisa que llevaba puesta— de las que aparecen en blanco y rojo”2. La neutralidad o la temperatura del color nos va dando pistas de la intensidad afectiva del recuerdo, es decir, del papel que juegan las emociones en el acto de recordar. Y por eso mismo, también el de olvidar.
Desmemorias nos lleva a reflexionar sobre el papel de los afectos como mecanismo selectivo del acto de recordar. En ese sentido, nos podemos preguntar si dicho acto está atravesado por el género, dado que habitamos sociedades patriarcales en donde las mujeres cis y trans sufrimos todo tipo de violencias. Si pensamos en la cita de la poeta afroamericana, feminista, lesbiana y activista Audre Lorde con quien comienzo este escrito, me pregunto y les pregunto ¿cuál es la calidad de nuestra luz con la que observamos nuestras vidas –como mujeres cis y trans– y su efecto en la manera en que vivimos, y más aún, los cambios que pretendemos lograr con nuestro vivir?
Sin lugar a dudas esta luz está atravesada por los espacios libres de violencia, por los momentos corporales sin marcas de violencia y por los contextos en que nuestras libertades como mujeres cis y trans no han sido vulneradas. Claramente, lo que escogemos recordar u olvidar, aquello que habilitamos pasar al orden del lenguaje, a ese yo soy, aquí estoy, me nombro, me identifico, me construyo en relatos, está poderosamente atravesado por el género, la raza, la clase y las violencias que como tal padecemos a consecuencia de todas ellas.
En Desmemorias participamos de una cartografía -recurso tan querido por Wolffer– del recuerdo y del olvido, que nos va abriendo a espacios íntimos que testimonian violencias latentes o explícitas, accidentes, tratamientos médicos, epistolarios, objetos, personas, momentos. Caminos del amor y del dolor, de los encuentros y de los desencuentros. La luz y la oscuridad a menudo aparecen en un mismo relato, otras veces es la luz la que trae la oscuridad y en ocasiones es la pura oscuridad la referente del archivo, la que evidencia la falta de porosidad, de permeabilidad para dejar ingresar la luz. Ambas son referentes simbólicos de estados del cuerpo y del alma generizados.3
Cumpleaños, Baño, Baby Love
El ingresar a un archivo personal –cabría preguntarnos qué archivo no es personal, aunque no creo sea este el lugar para responderlo– nos lleva a correr varios riesgos relacionados con los sentidos. Puede suceder que el acervo despida olores característicos que nos disparen recuerdos propios, o que existan sonidos que nos lleven a remembranzas. Más difícil es la intervención del gusto, pero todo es posible. Quizás, el sentido más comprometido sea el de la visión y, aunque no queramos caer en su tiranía, es muy posible que lo que veamos en ese arcón depositario del pasado nos interpele personalmente.
El recorrido cartográfico que iniciamos con Desmemorias conforma la antesala de los tres vídeos que presenta Lorena Wolffer como parte de su archivo personal. En ellos se relata una historia que ya intuíamos: abuso, hipersexualización, cosificación, vulnerabilidad. Es entonces cuando comenzamos a comprender que aquellos gestos desmemoriados son huellas situadas en una cadena de acontecimientos. Los relatos testimoniales, en las tres piezas, acompañan velando y desvelando con un ritmo nervioso y constante, a través de sonidos que incomodan o silencios que duelen.
Archivo oscuro no hace más que continuar las varias décadas de trabajo de Lorena Wolffer sobre las violencias hacia las mujeres cis y trans y sobre el empleo de los testimonios como herramienta de concientización del lugar de vulnerabilidad e inequidad que ocupamos en nuestras sociedades occidentales. Esa oscuridad puede referir a múltiples elementos: la injusticia en el esclarecimiento de los casos de abuso, feminicidio, transfeminicidio, o su negación –tristemente actual en mi país, Argentina, de la mano del propio presidente de la nación quien considera volver a la noción de homicidio para los casos de femicidios 4–, el borramiento de las mujeres cis y trans de los conceptos de humanidad, derechos humanos, libertad, igualdad, justicia y cuantos universales existen.
Sin embargo, considero que la oscuridad del archivo de Wolffer también puede vincularse a factores traumáticos, entendiendo por trauma a un acontecimiento estremecedor que la psiquis de la persona no puede asimilar, comprender o gestionar. Éste deja una marca pregnante que emerge ante vivencias posteriores, las que traen reacciones sobredimensionadas e injustificadas desde una perspectiva objetiva. El efecto demora –así denominado por Sigmund Freud– nombra a la situación que libera una herida traumática, desapercibida durante largo tiempo por la persona. En Cumpleaños, 1974 (2024) Lorena Wolffer relata el efecto demora vinculado con el abuso de su padre. En Baño, 1992 (2024) ella describe la rabia y el impulso de golpear que le dispararon algunas relaciones heterosexuales. El cadáver exquisito Baby Love (2024) reúne frases escritas heteropatriarcales que resuenan en muchas/es de nosotras/es, algunas de ellas tan naturalizadas que las pasamos por alto, revelando la violencia estructural en la que vivimos las mujeres cis y trans.
Trauma colectivo
Si bien el trauma y lo traumático ha sido ampliamente estudiado por la psicología, sin embargo, la estética y las historias del arte se han ocupado en menor medida. Gran parte de los estudios existentes vinculados con lo artístico se detienen en las secuelas de los campos concentracionarios de los regímenes fascistas y particularmente en el genocidio del pueblo judío. Griselda Pollock, historiadora del arte feminista, ha dedicado una buena parte de sus estudios a analizar el legado traumático de la Shoah en algunas artistas, hecho que la lleva a preguntarse por la demora de estos análisis. En una conferencia dictada en 2007 indica: “Las nuevas conciencias de los traumas del Otro son en sí mismas el subproducto del efecto de la intervención feminista, al principio desafiando al sexismo y a las discriminación grotescos, pero pronto viendo que cada une de nosotras es un entramado complejo de numerosas relaciones y posiciones modeladas en alianzas contradictorias, historias y antagonismos: raza, clase, sexualidad, capacidades, situación geopolítica, etc. (…) Pero ha tenido que pasar tiempo para que las complejidades de dichas tramas múltiples de poder y diferencia sean imaginables y teorizables. Y también nos ha llevado tiempo entretejer el trauma de la batalla del fascismo contra el feminismo con su guerra contra aquellos a quienes despreció por motivo de raza, de aspectos físicos o de sexo. Las artistas también han liderado el camino para cambiar nuestras sensibilidades y pensamiento y, en diálogo con los acontecimientos estéticos y las prácticas teóricas, la radical novedad de ambos genera potencialidad para futuros cambios”.5
Siguiendo la reflexión de Pollock, me gustaría pensar cuánto del trabajo de Lorena Wolffer –ya sea el realizado colectivamente, como éste de carácter personal– ha disparado experiencias para la elaboración de los traumas que deja el acoso y las diversas violencias de género que sufrimos mujeres cis y trans. Como feminista e historiadora del arte llevo estudiando las obras de Wolffer por más de una década y, quizás, no estaba preparada para detenerme a pensar –siguiendo lo dicho más arriba por Pollock– en las formas particulares que tienen sus propuestas artísticas y activistas de llevar a la conciencia las experiencias traumáticas que afectan a los colectivos de mujeres cis y trans. Es con Archivo oscuro que percibo el movimiento que va desde su historia particular al espacio de encuentro en donde otras/es pueden abrazar lo traumático para transformarlo. El espacio del arte y de lo estético funciona como transporte de experiencias traumáticas al ser compartidas con otras subjetividades.
Lorena Wolffer nos adentra en un corpus visual de dimensión afectiva, cuya disposición traumática lleva décadas inscriptas en las cuerpas de las mujeres cis y trans. Desde los feminismos radicales de los años 60 del pasado siglo se viene denunciando que la violencia estructural responde a factores culturales relacionados con la construcción, en palabras de Segato, del mandato de masculinidad. Desde temprano y en sintonía con aquellos feminismos, las artistas acompañan esa denuncia a través de la experimentación con diversos lenguajes visuales. Es así como llevamos más de cinco décadas asistiendo, desde el campo artístico, a la desnaturalización de prácticas de cosificación cotidianas en donde el arte funciona como una gran herramienta de concientización. Relacionado con esto último es la pieza colectiva Repositorio (2025), en donde la experiencia del recordar y del olvidar de les espectadores quede asentada, a modo de un archivo, de la propia exposición.
Es por ello que encuentro importante pensar en las experiencias traumáticas colectivas que vivimos las mujeres cis y trans, dada la magnitud expansiva de la violencia, especialmente en regiones como América Latina y el Caribe, cuyos índices revisten dimensiones catastróficas, nos referimos a once mujeres asesinadas por día, según estadísticas de 2024, y a mil ochocientos cuarenta y un personas transgénero asesinades durante ese mismo año. Archivo oscuro se revela en su potencia transformadora/sanadora, en su capacidad ética y poética y en su fuerza lumínica –incluso en oposición a su nombre– para lograr cambios en nuestro vivir cotidiano. Debemos continuar luchando para que nuestros recuerdos, constituyentes de nuestra identidad, así como también nuestros olvidos, estén relacionados con la igualdad y la libertad de una existencia digna.
- Michel Foucault (1980), La arqueología del saber, México: Siglo XXI, p. 219.
- Lorena Wolffer, Desmemorias, proyecto artístico, 2024.
- Lo empleo en el sentido inglés del término gendered, es decir, atravesado por las construcciones de género.
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En la Argentina, el concepto de femicidio se incorporó al Código Penal en diciembre de 2012, a través de la Ley 26.791. Lo que se hizo fue reformar el artículo 80 del Código Penal para criminalizar de modo agravado ciertos homicidios especialmente relacionados con la violencia por razones de género. A diferencia de México, el término empleado no fue feminicidio sino femicidio.
- Dicha conferencia es recopilada en la siguiente publicación de la que tomo la cita: Griselda Pollock, (2008), “Desde las intervenciones feministas hasta los efectos feministas en las historias del arte. Análisis de la virtualidad feminista y de las transformaciones estéticas del trauma”, en Xabier Arakistain y Lourdes Méndez, (eds.), Producción artística y teoría feminista del arte: nuevos debates I, Vitoria: CC Montehermoso, p.62.
Lorena Wolffer
Desde hace más de treinta años, la práctica de Lorena Wolffer ha sido un sitio permanente para la enunciación y la resistencia en la intersección entre arte, activismo y transfeminismo. Su trabajo gira principalmente en torno al género y procura los derechos, la agencia y las voces de las mujeres, las comunidades LGBTQIA+ y las personas de identidades no normativas. Desde la creación de radicales intervenciones culturales con diversas comunidades hasta la elaboración de nuevos modelos pedagógicos para el desarrollo colectivo de conocimientos situados, estos proyectos se producen dentro de una arena que reconoce la pertinencia de los lenguajes experimentales y desplaza la frontera entre lo que conocemos como alta y baja cultura. El quehacer de Wolffer —un escenario para la voz, las representaciones y las narrativas de lxs otrxs— articula prácticas culturales cimentadas en el respeto y la igualdad.
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María Laura Rosa
Doctora en Arte Contemporáneo, UNED (Madrid), Magister en Arte Contemporáneo, UNED (Madrid). Docente e Investigadora Adjunta de CONICET por el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofia y Letras, UBA. Es docente de la cátedra de Estética de dicha facultad y titular de la cátedra de Arte Latinoamericano, Licenciatura en Curaduría y Gestión de Arte, ESEADE. Sus investigaciones comprenden cuestiones relativas al arte y la teoría feminista en Argentina y Latinoamérica, principalmente en Brasil y México. Autora de Legados de libertad. El arte feminista en la efervescencia democrática (2014). Ha escrito sobre arte y feminismo en revistas indexadas y con referatos científicos, catálogos de arte y ha curado las siguientes exposiciones: Mitominas 30 años después, Centro Cultural Recoleta (junio-julio, 2016), La persistencia del agua. Grete Stern en diálogo con artistas contemporáneas, Museo de Arte de Tigre (abril-junio, 2016), entre otras.
Curaduría:
Coordinación MUMA:
Diseño:
Programación web:
Edición catálogo:
Agradecimientos:
María Laura Rosa
Yolanda Benalba
Lorena Wolffer
Elisa Rugo
Vanessa López/La Duplicadora
Irmgard Emmelhainz, Jonathan Sainsbury, Kira Sosa Wolffer, Kyzza Terrazas, Lucero González, Mirna Calzada, Tatiana Espinasa & Vanessa López.
Las obras que conforman Desmemorias se encuentran a la venta en DOMICILIO galería.