Dos lecciones
Monday, 13 January 2014 20:13
Written by Ernesto Sosa 2011
La generación y transmisión de conocimientos es uno de los grandes prodigios de la cultura. Nuestra percepción de cómo se crea conocimiento se ha transformado radicalmente, conforme la ciencia avanza en los grandes misterios del cerebro humano. Cada vez que avanzamos nos damos cuenta de la gran complejidad del proceso cognitivo. La mente es ese laberinto en el que los desolados urbanitas de hoy nos perdemos constantemente, pese a que --gran paradoja-- sabemos más que antes; de hecho sabemos más que ningún otro hombre desde la aparición de los homínidos.
Laura Quintanilla nos presenta dos lecciones; en la primera, con el fondo del laberinto y el faro una mujer transmite sus conocimientos a un niño. Esos son los elementos visuales básicos, pero las connotaciones simbólicas son inagotables. ¿Acaso no fue un faro el símbolo de la ciudad que creó la más importante biblioteca que atesoró el conocimiento de la antigüedad?
El hombre ha buscado siempre respuestas universales, no sé si la prodigiosa ciencia contemporánea ha logrado dar algunas. En cualquier caso, parece que no ha sido suficiente el conocimiento racional y muchos siguen preguntando --me incluyo--. Porque de otra manera cómo podríamos explicarnos el auge religioso al que asistimos. Hay una necesidad de creer. Será, como sostiene el científico Antonio Damasio, que la idea religiosa se aloja en un rincón de nuestro cerebro o seguimos a la búsqueda de alternativas a nuestros dilemas existenciales.
La segunda lección plantea más interrogantes. Los personajes se transmiten el conocimiento a partir de aparatos. El conocimiento es técnica y la técnica se disocia de la naturaleza. El conflicto de nuestro tiempo es la sociedad tecnológica enfrentada a una naturaleza lastimada, quizá irreparablemente, por el hombre. Sin embargo tal vez sólo el conocimiento científico-técnico podrá abrir vías de solución en este camino sin retorno.
Las "neuronas espejo" o el mundo subatómico nos permiten conocernos más, nos dan más claves sobre lo que nos rodea; de qué manera nos transforman, no lo sé.
Pero aquí tenemos dos pinturas que con su calidez y carga simbólica nos ponen a pensar.
La generación y transmisión de conocimientos es uno de los grandes prodigios de la cultura. Nuestra percepción de cómo se crea conocimiento se ha transformado radicalmente, conforme la ciencia avanza en los grandes misterios del cerebro humano. Cada vez que avanzamos nos damos cuenta de la gran complejidad del proceso cognitivo. La mente es ese laberinto en el que los desolados urbanitas de hoy nos perdemos constantemente, pese a que --gran paradoja-- sabemos más que antes; de hecho sabemos más que ningún otro hombre desde la aparición de los homínidos.
Laura Quintanilla nos presenta dos lecciones; en la primera, con el fondo del laberinto y el faro una mujer transmite sus conocimientos a un niño. Esos son los elementos visuales básicos, pero las connotaciones simbólicas son inagotables. ¿Acaso no fue un faro el símbolo de la ciudad que creó la más importante biblioteca que atesoró el conocimiento de la antigüedad?
El hombre ha buscado siempre respuestas universales, no sé si la prodigiosa ciencia contemporánea ha logrado dar algunas. En cualquier caso, parece que no ha sido suficiente el conocimiento racional y muchos siguen preguntando --me incluyo--. Porque de otra manera cómo podríamos explicarnos el auge religioso al que asistimos. Hay una necesidad de creer. Será, como sostiene el científico Antonio Damasio, que la idea religiosa se aloja en un rincón de nuestro cerebro o seguimos a la búsqueda de alternativas a nuestros dilemas existenciales.
La segunda lección plantea más interrogantes. Los personajes se transmiten el conocimiento a partir de aparatos. El conocimiento es técnica y la técnica se disocia de la naturaleza. El conflicto de nuestro tiempo es la sociedad tecnológica enfrentada a una naturaleza lastimada, quizá irreparablemente, por el hombre. Sin embargo tal vez sólo el conocimiento científico-técnico podrá abrir vías de solución en este camino sin retorno.
Las "neuronas espejo" o el mundo subatómico nos permiten conocernos más, nos dan más claves sobre lo que nos rodea; de qué manera nos transforman, no lo sé.
Pero aquí tenemos dos pinturas que con su calidez y carga simbólica nos ponen a pensar.