Museo de Mujeres

 

Miriam Ladrón de Guevara propone espacios, estrategias, instrumentos para combatir la opresión del statu quo social, comenzando por el imaginario colectivo. Su apuesta creativa comienza desde el reciclaje de objetos desechados por una sociedad excesivamente utilitaria. La materia arruinada por el uso adquiere, en manos de la artista, un prestigio nuevo, una existencia inédita que simbólicamente rechaza la cosificación, ese mal de nuestras ideologías dominantes.

 

Cuando las cosas adquieren ser, la sujeción se vuelve imposible. Instilan en los seres con quienes conviven una incertidumbre saludable frente a los patrones asumidos.

 

Las malas costumbres del usuario naufragan en un mar de posibilidades nuevas. La certeza de aquel que ayer nomás decía: "Yo uso lo que está a la vista", deviene duda liberadora: "¿Acaso lo que creía usar me emplea a mí para un propósito insospechado?".

 

Llega la hora de replantearse las relaciones con las cosas, y con esos seres tratados como cosas que en realidad –aunque pretendamos olvidarlo– son nuestro origen, nuestro fundamento.

 

Un recordatorio de tales implicaciones podría asumir la forma violenta. Miriam Ladrón de Guevara, con mejor conocimiento, nos recuerda esta condición femenina del mundo con sutileza, mediante metáforas visuales que tocan la carne (y el espíritu inseparable del cuerpo).

 

Inevitablemente, el contacto con esta reminiscencia turbadora atraerá simpatías y rechazos: quien se enfrente con estas manifestaciones de la conciencia femenina podrá alegrarse, indignarse o apenarse, pero difícilmente permanecerá indiferente, si observa con atención. Esa atención formativa es lo más importante para la actividad de la artista; los elogios y las condenas serán sólo accesorios de lo sustancial: el encuentro responsivo con la sensibilidad de las y los convocados para asistir a la aparición de lo invisible.