Museo de Mujeres

 

Nadia Massun  presenta en su trabajo una mezcla de retratos en los que alterna como modelos a sus hijas y a personajes de distintas comunidades por las que ha paseado. Resulta asombroso ver el grado intimidad que alcanzan varias de las fotos de los personajes que no son su familia, como por ejemplo la mujer que recuesta una mejilla afectuosamente sobre su loro o el hombre que se enjabona en un lago,  y en cambio, las instantáneas en torno a su hija Justine presentan a un ser polifacético, un personaje de múltiples personalidades que va apareciendo sucesivamente con una agudez asombrosa en cada nuevo retrato. Decía Oliverio Girondo en un poema que él era un coktail de personalidades, una metáfora que encaja bien en esa niña que en una impronta pasa marchando de uniforme por la calle y en la siguiente se arquea con libertad casi mágica en ese claro de luz que entra entre los follajes del bosque sobre un lecho de rocas, plenamente amalgamada con la naturaleza. A diferencia de la fotógrafa norteamericana Sally Man, quien ha seguido también a sus hijas como motivo central de su apuesta artística, Nadja ha preferido capturar la diversidad de estados de ánimo y hasta de caracteres que encarna un niño en su vida cotidiana y a lo largo de su crecimiento, y no como la fotógrafa americana quien ha preferido trabajar una tensión psicológica a través de la desnudez de sus niñas.