De la estructura interna de las cosas
Monday, 26 May 2014 08:24
Written by Martha Hellion
Interiorizar profundamente en la observación. Reconocer y valorar todo lo que nos rodea como una forma de apropiarse el espacio que ocupamos, el espacio habitado, los caminos que trazamos al caminarlos.
Una recolección de datos que se transforman en una red de vínculos y asociaciones por medio de imágenes, ideas, sensaciones y pensamientos que entrelazándose sirven a la memoria en su proceso de reconocimiento y depuración informática para convertirse en un lenguaje interpretativo.
La obra de Berenice Torres es consecuente a su conceptualización. A diferencia de un botánico, ella aplica un método de reconocimiento propio en su trabajo de campo, inclinándose más por lo estético que por lo científico. Esta aproximación a la ciencia desde un referente estético es quizá otra forma de concebir el universo a través del conocimiento de las cosas, las más simples y pequeñas.
Esta obra de dendrología estética con sus numerosas imágenes nos remite a la catalogación de especímenes de un Jardín Botánico; aunque su objetivo inmediato es otro: el de guardar la memoria de un recorrido específico, que quizás con el tiempo, si regresamos al lugar, ya sea que este haya cambiado o que uno haya cambiado, ya no se perciben las mismas cosas.
Su método de impresión es muy cuidado, lo mismo con la densidad de la tinta que la impresión en el papel. El papel mismo es como una epidermis vegetal al que se funde su espécimen, siendo este la matriz directa de la impresión.
La imagen impresa adquiere una realidad viviente, un dibujo de lo real que me alude al pensamiento oriental donde se percibe con mayor claridad la forma de los objetos a través del estudio de su sombra.
En este recorrido existe una narrativa lineal -tanto visual como poética-. Nos esboza una simplicidad clara de la persona, la relación con su obra, su forma de pensar, de comunicar y de compartir su experiencia.
En “Escrituras” toma la estructura del lenguaje por medio de signos caligráficos, aunque en realidad sean las huellas laberínticas que dejan las polillas en el trozo de Madera que será impreso. Este metalenguaje es acentuado textualmente por el entintado de algunos signos con grana cochinilla, múltiples combinaciones de escrituras son posibles por la forma de seccionar y doblar el material impreso.
Berenice Torres concibe esta obra desde el momento en que encuentra la Madera apolillada, la forma en que se trabajará la impresión, su proceso, la edición y por consecuencia, hasta la presentación, que en su totalidad es un resultado de la estructura misma que el material apolillado le proporcionó- Un Laberinto de Mil Formas y Caminos-.
De esta manera nos muestra su habilidad e inventiva al realizar su trabajo de una forma libre, relajada, dejando atrás la técnica tradicional del grabado y sus conceptos de gráfica. Nos conduce a otras posibilidades de explorar técnicas más simples y directas; posibilidad a la que no se puede llegar sin un trabajo de síntesis, sin antes haber recorrido el conocimiento técnico y práctico tradicionales que hoy en día lo han enriquecido otras tecnologías digitales.
Una recolección de datos que se transforman en una red de vínculos y asociaciones por medio de imágenes, ideas, sensaciones y pensamientos que entrelazándose sirven a la memoria en su proceso de reconocimiento y depuración informática para convertirse en un lenguaje interpretativo.
La obra de Berenice Torres es consecuente a su conceptualización. A diferencia de un botánico, ella aplica un método de reconocimiento propio en su trabajo de campo, inclinándose más por lo estético que por lo científico. Esta aproximación a la ciencia desde un referente estético es quizá otra forma de concebir el universo a través del conocimiento de las cosas, las más simples y pequeñas.
Esta obra de dendrología estética con sus numerosas imágenes nos remite a la catalogación de especímenes de un Jardín Botánico; aunque su objetivo inmediato es otro: el de guardar la memoria de un recorrido específico, que quizás con el tiempo, si regresamos al lugar, ya sea que este haya cambiado o que uno haya cambiado, ya no se perciben las mismas cosas.
Su método de impresión es muy cuidado, lo mismo con la densidad de la tinta que la impresión en el papel. El papel mismo es como una epidermis vegetal al que se funde su espécimen, siendo este la matriz directa de la impresión.
La imagen impresa adquiere una realidad viviente, un dibujo de lo real que me alude al pensamiento oriental donde se percibe con mayor claridad la forma de los objetos a través del estudio de su sombra.
En este recorrido existe una narrativa lineal -tanto visual como poética-. Nos esboza una simplicidad clara de la persona, la relación con su obra, su forma de pensar, de comunicar y de compartir su experiencia.
En “Escrituras” toma la estructura del lenguaje por medio de signos caligráficos, aunque en realidad sean las huellas laberínticas que dejan las polillas en el trozo de Madera que será impreso. Este metalenguaje es acentuado textualmente por el entintado de algunos signos con grana cochinilla, múltiples combinaciones de escrituras son posibles por la forma de seccionar y doblar el material impreso.
Berenice Torres concibe esta obra desde el momento en que encuentra la Madera apolillada, la forma en que se trabajará la impresión, su proceso, la edición y por consecuencia, hasta la presentación, que en su totalidad es un resultado de la estructura misma que el material apolillado le proporcionó- Un Laberinto de Mil Formas y Caminos-.
De esta manera nos muestra su habilidad e inventiva al realizar su trabajo de una forma libre, relajada, dejando atrás la técnica tradicional del grabado y sus conceptos de gráfica. Nos conduce a otras posibilidades de explorar técnicas más simples y directas; posibilidad a la que no se puede llegar sin un trabajo de síntesis, sin antes haber recorrido el conocimiento técnico y práctico tradicionales que hoy en día lo han enriquecido otras tecnologías digitales.