Vidrio Valeriano
Porque bien visto, el vidrio, el luminoso vidrio, es agua detenida en el espacio.
Y sí, dicen los conocedores de historia natural que el vidrio no es en verdad un sólido, sino un líquido, un líquido que se va derramando a extraordinaria lentitud. El vidrio plano es agua transparente erguida y quieta, arrogante, neurótica y en extremo delicada en su quisquillosa fragilidad.
Pero el de Valeria es vidrio suave, moldeado, de colores, con esa vitalidad nerviosa que el color sólo cobra en la pluma del pájaro o en lo hondo del vidrio soplado. Ahí el color es más color que nunca, esa es la idea.
No sólo miras las piezas de Valeria, la mano las toca, se mueve por la textura, ¿puede haber algo más liso que el vidrio? Liso sí e inesperadamente pesado, muchas capas de materia densa acumuladas.
Sobre la mesa, de lejos, una pieza de Valeria parece de pronto un mínimo ziggurat erguido sobre la mesa; y esa otra es como un estanque de agua quieta; y aquélla es un volcán en erupción, derramado de lava. Pero de cerca ya no son ni torre ni estanque ni volcán sino magistrales piezas de vidrio, porque la paradoja del arte del vidrio soplado es que el vidrio debe parecer, justamente, vidrio y no otra cosa.
Así pues, Valeria Florescano, te deseamos ventura e inventiva en el cálido universo del vidrio soplado.


