El hábitat del infinito
Jueves, 19 Diciembre 2013 12:16
Escrito por Texto de Marco Aurelio Díaz Güemez Mérida, Yuc., Marzo. 2013
Un día muy feliz
La niebla se levantó pronto, trabajé en el jardín
Los colibrís se demoraban sobre las madreselvas
No había cosa en la tierra que yo deseara poseer.
CZESLAW MILOSZ1
La naturaleza es un Otro que también nos mira. Si es así y hacemos caso de lo que dice Emmanuel Lévinas, entonces somos responsables de ella pues "su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo yo hago"2. A esa naturaleza, compuesta de flora, de fauna y de los artificios que han construido y sedimentado los seres humanos, ha permitido Gerda Gruber que la mire para asumirse responsable de ella.
La naturaleza peninsular es el Otro de "Hábitat-Refugio". La naturaleza no habla, pero tiene una expresión, una cara, un rostro, que por sí mismo es un discurso; por ello, "la experiencia absoluta no es (el) develamiento, sino (la) revelación"3. La presente muestra es pues una revelación en los términos antes expuestos; la autora se ha hecho responsable, como si de un prójimo se tratara, del paisaje que habita estos suelos.
Ahora, gracias a este Otro aquí representado, sabemos que los artificios humanos se pueden convertir en una flora asoleada; que las maderas, transformadas, pueden flotar y llevarnos a una tierra donde las esculturas se convierten en un paisaje humano, como espejo de quienes lo miran; que el hule se puede convertir en un confortable nido; y que esta tierra, llámese como se llame, nos mira a diario pidiendo que entremos en vínculo en ella.
Gruber ha construido un hábitat para el vínculo entre ella, nosotros y la naturaleza; relación compleja entre un Yo y su Otro que Lévinas ha descrito como infinita, porque es un ‘Deseo’. En el recorrido puntual de la exposición lo vamos aprehendiendo: hay "una imposibilidad de detener la propia marcha hacia adelante"4; también aparece la extraña sensación de "no poder sustraerse a la responsabilidad, de no tener como escondite una interioridad”.5 En ese preciso momento, toda la muestra se convierte en un refugio.
Un refugio, el hábitat del infinito, donde hacemos frente a nuestras responsabilidades, y más responsables somos, porque por fin descubrimos el rostro de ese Otro, que nos da niebla y pájaros, árboles olorosos y montes espesos, pero que poco conocíamos. “Hábitat-Refugio” nos revela su rostro, su huella, nos da lo ausente a través de una coyuntura de relaciones que ha puesto nuestra conciencia en cuestión: la otredad, nuestro refugio como ser, habita más allá de lo humano.
1. Czeslaw Milosz. Poemas. 1976.
2. Citado por Gil Giménez, Paula. Teoría ética de Lévinas. www.filosofía.net: Cuaderno de Materiales. Filosofía y Ciencias Humanas.
3. Ibídem.
4. Lévinas, Emmanuel. La Huella del Otro. México: Taurus. 2001: 64.
5. Ibídem
Un día muy feliz
La niebla se levantó pronto, trabajé en el jardín
Los colibrís se demoraban sobre las madreselvas
No había cosa en la tierra que yo deseara poseer.
CZESLAW MILOSZ1
La naturaleza es un Otro que también nos mira. Si es así y hacemos caso de lo que dice Emmanuel Lévinas, entonces somos responsables de ella pues "su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo yo hago"2. A esa naturaleza, compuesta de flora, de fauna y de los artificios que han construido y sedimentado los seres humanos, ha permitido Gerda Gruber que la mire para asumirse responsable de ella.
La naturaleza peninsular es el Otro de "Hábitat-Refugio". La naturaleza no habla, pero tiene una expresión, una cara, un rostro, que por sí mismo es un discurso; por ello, "la experiencia absoluta no es (el) develamiento, sino (la) revelación"3. La presente muestra es pues una revelación en los términos antes expuestos; la autora se ha hecho responsable, como si de un prójimo se tratara, del paisaje que habita estos suelos.
Ahora, gracias a este Otro aquí representado, sabemos que los artificios humanos se pueden convertir en una flora asoleada; que las maderas, transformadas, pueden flotar y llevarnos a una tierra donde las esculturas se convierten en un paisaje humano, como espejo de quienes lo miran; que el hule se puede convertir en un confortable nido; y que esta tierra, llámese como se llame, nos mira a diario pidiendo que entremos en vínculo en ella.
Gruber ha construido un hábitat para el vínculo entre ella, nosotros y la naturaleza; relación compleja entre un Yo y su Otro que Lévinas ha descrito como infinita, porque es un ‘Deseo’. En el recorrido puntual de la exposición lo vamos aprehendiendo: hay "una imposibilidad de detener la propia marcha hacia adelante"4; también aparece la extraña sensación de "no poder sustraerse a la responsabilidad, de no tener como escondite una interioridad”.5 En ese preciso momento, toda la muestra se convierte en un refugio.
Un refugio, el hábitat del infinito, donde hacemos frente a nuestras responsabilidades, y más responsables somos, porque por fin descubrimos el rostro de ese Otro, que nos da niebla y pájaros, árboles olorosos y montes espesos, pero que poco conocíamos. “Hábitat-Refugio” nos revela su rostro, su huella, nos da lo ausente a través de una coyuntura de relaciones que ha puesto nuestra conciencia en cuestión: la otredad, nuestro refugio como ser, habita más allá de lo humano.
1. Czeslaw Milosz. Poemas. 1976.
2. Citado por Gil Giménez, Paula. Teoría ética de Lévinas. www.filosofía.net: Cuaderno de Materiales. Filosofía y Ciencias Humanas.
3. Ibídem.
4. Lévinas, Emmanuel. La Huella del Otro. México: Taurus. 2001: 64.
5. Ibídem