Tierra ardiente de mi corazón
Jueves, 19 Diciembre 2013 13:25
Escrito por Rafael Alonso Pérez y Pérez
La obra de Rosario Guillermo, es la asimilación múltiple de las formas tanto orgánicas como geométricas, mediante la cerámica de gran formato reinventa su lenguaje personal en cual se reconoce una continuidad con su trabajo precedente, así como una relación de fidelidad a la propia técnica cerámica, en la que comprueba una maestría indiscutible.
Domina un barroquismo formal en el que el hilo conductor que vincula o establece el diálogo entre cada una de las piezas que la integran, es la exploración individual de las configuraciones, distinguiéndose asociaciones o parentescos formales entre sí a manera de series cortas, sin que esto signifique una repetición, más bien se trata de reinvenciones de las estructuras ya creadas o la ratificación de imágenes establecidas.
La construcción de su trabajo está centrado, generalmente, en una composición vertical a manera de columnatas, lo que le otorga un carácter eminentemente femenino y lo asocia a arquetipos como la fertilidad, el poder generativo y el erotismo, y que en forma general se refieren a principios abstractos de la creación, utilizando esta forma como un referente simbólico que linda también con lo masculino y el poder como tal; en estos alzamientos verticales la simetría no es necesariamente una preocupación, ya en ellas descompone la correspondencia entre las partes hegemónicas o simétricas, logrando en ocasiones a afrontar la gravedad del propio eje-soporte para crear sensaciones de movimiento y suspensión.
La técnica empleada en cada una de las obras, aunque depurada y acertada a su discurso, es únicamente un medio para la materialización de una idea. En este sentido, es posible apreciar en su trabajo una necesidad constante de exploración que la ha llevado a concebir la cerámica como una estructura base a la que adhiere otros materiales (madera, hule, metal, etc.) lo cual la llevando a su obra durante los últimos años a rumbos inconcebidos.
La obra de Rosario Guillermo, es la asimilación múltiple de las formas tanto orgánicas como geométricas, mediante la cerámica de gran formato reinventa su lenguaje personal en cual se reconoce una continuidad con su trabajo precedente, así como una relación de fidelidad a la propia técnica cerámica, en la que comprueba una maestría indiscutible.
Domina un barroquismo formal en el que el hilo conductor que vincula o establece el diálogo entre cada una de las piezas que la integran, es la exploración individual de las configuraciones, distinguiéndose asociaciones o parentescos formales entre sí a manera de series cortas, sin que esto signifique una repetición, más bien se trata de reinvenciones de las estructuras ya creadas o la ratificación de imágenes establecidas.
La construcción de su trabajo está centrado, generalmente, en una composición vertical a manera de columnatas, lo que le otorga un carácter eminentemente femenino y lo asocia a arquetipos como la fertilidad, el poder generativo y el erotismo, y que en forma general se refieren a principios abstractos de la creación, utilizando esta forma como un referente simbólico que linda también con lo masculino y el poder como tal; en estos alzamientos verticales la simetría no es necesariamente una preocupación, ya en ellas descompone la correspondencia entre las partes hegemónicas o simétricas, logrando en ocasiones a afrontar la gravedad del propio eje-soporte para crear sensaciones de movimiento y suspensión.
La técnica empleada en cada una de las obras, aunque depurada y acertada a su discurso, es únicamente un medio para la materialización de una idea. En este sentido, es posible apreciar en su trabajo una necesidad constante de exploración que la ha llevado a concebir la cerámica como una estructura base a la que adhiere otros materiales (madera, hule, metal, etc.) lo cual la llevando a su obra durante los últimos años a rumbos inconcebidos.