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Memoria desde el vacío

Jueves, 19 Diciembre 2013 13:41 Escrito por Laura Pomerantz

…(el) arte consiste en ocultar la belleza que somos capaces de descubrir y apenas sugerir lo que uno no se atreve a revelar.

El libro del Té

Tras una atmósfera minimalista, Selma Guisande teje fina y sutilmente una trama artística, cargada de significados que deambulan por un espacio de arquetipos universales, y transitan en ocasiones por tiempos palpables, elevándose en conjunto, hacia un devenir cíclico. Tiempo de los tiempos en espacios atemporales.

El juego de los materiales, -cerámica, clavos, hilos- ubicado en nuestras paredes contemporáneas, cobra aquel recordatorio perteneciente a la dicotomía olvido-memoria de las relaciones humanas. Gestación, mujer-hombre, clan, hilo conductor metáfora de la vida, hasta sugerir vínculos étnicos y culturales.

Los signos y códigos, fragmentos de momentos pasados, recuperados por la obra misma, se proyectan hacia tiempos futuros. Selma Guisande indaga y evoca con aguda sutileza. Nos va orientando en ese marco temporo - espacial a través de una pequeña aunque consistente porción de pasados - presentes/ recuperados - olvidados. Nos recuerda interrogantes existenciales conducidos por redes visibles-invisibles. ¿Porciones de un infinito cuya función es delimitar, cual unidad de medida para el hombre?

El equilibro entre las partes llega a su clímax. No necesita de movimiento sino de la articulación de piezas insertas en momentos instantáneo-etéreos, paradójicamente pertenecientes a escenas temporales concretas que ofrecen la génesis de los mismos fragmentos. Propuesta corpórea carente de ornamento. Esencia temática de cuerpos que se yerguen fundiéndose en su contorno. Balance minimalista de liviandad matérica.

La ecuación menos es más (less is more) propuesta por Mies van de Rohe, alude a la menor cantidad de medios y mayor autonomía de la obra para alcanzar un elevado valor de significación y síntesis tras la reducción de elementos. Se decanta el proceso de elaboración artística ofreciendo algo así como silencios dentro del caos: mirada de orden tras un pensamiento de depuración.

Es en la cualidad mínima de la obra de Selma donde reside lo verdaderamente esencial que, aunado a los espacios vacíos, invitan al espectador a integrarse a su naturaleza íntima.

El vacío se presenta potenciado, tropezándose con el espectador en aquel pasado remoto, donde la memoria emerge exponiendo los recuerdos. La artista entonces, actúa como ente mediador de una información perdida, o encontrada.

Los cuerpos esquemáticos y sintéticos ubicados en juegos de verticales, horizontales, diagonales, que en ocasiones se compenetran unos con otros, interactúan con los muros blancos de grandes dimensiones.

Materiales opuestos, figuras en proceso de articulación, huecos que llenan los sentidos, transportando al espectador por rieles móviles de un vaivén cíclico. Evocaciones rituales de una nostalgia primitiva y postmoderna, donde no cabe la ironía sino los planteos reflexivos, de contemplación introspectiva y conciencia crítica.

El espacio postmoderno, pues, es creado como lugar de encuentro donde el público funge como disparador de la amnesia. La artista mexicana subraya situaciones universales con el fin de recordarlas. Recupera materiales lejanos a la tecnología, acercándose al arte povera italiano de finales de los 60-principios de los ’70 del siglo pasado, al emitir mensajes metafóricos referentes a la vida cotidiana y al hacer hincapié tanto en la presencia física como en la sensibilidad irradiada por la materia prima. De tal modo reúne elementos primarios en un ambiente de reconciliación de sensaciones palpables y existenciales.

Selma Guisande valida la cultura popular de tal suerte que reivindica la tradición y ofrece un producto artístico que rompe con las fronteras arte - vida. Utiliza asimismo, un vocabulario plástico reduccionista que simplifica la brecha de comprensión, momento en el que se conjuga la dicotomía olvido / memoria con la condición espacial de la estética minimalista.

Sus motivos suponen la necesidad de un cambio permanente, a la vez que interpretan piezas musicales al unísono. Envueltos en la poética del silencio emerge la revelación: el presente recupera al pasado completando lo incompleto.
Okakura Kakuzo, El libro del té, La ceremonia del Té japonesa (Cha no Yu), Miraguano Ediciones, Madrid, 1996, p. 23
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