Fiel a una idea. Visualidad y realidad en la obra de Berta Kolteniuk
Lunes, 06 Enero 2014 20:19
Escrito por José Manuel Springer
La ciencia rompe la unidad de los mundos naturaleza y espíritu, señala Ortega y Gasset. El arte, por el contrario, tiende a unirlos. La visión de los más recientes cuadros de Berta Kolteniuk reconcilia la separación entre el individuo y el mundo, a través de una experiencia pura que está más allá de la ilusión. Sus obras de los últimos años han abundado en la percepción y la unidad entre la mirada y la sensibilidad. Son obras extremadamente simples y por ello penetran en nuestro ser sin filtro alguno. No requieren mayor explicación y conducen de manera inmediata a la experiencia estética, a la impresión del color y la forma sobre nosotros.
Partiendo de la experiencias del espacio y del color, Kolteniuk crea en el intérprete de su obra un orden cercano a la naturaleza, donde el color se enlaza con formas sutiles que no son símbolos y pueden asimilarse como signos de la presencia de elementos naturales, como el viento, el agua, la tierra o el fuego. Estos elementos son punto de partida y de llegada de la experiencia plástica total del mundo, de ahí ese sentimiento de unidad espiritual que caracteriza a su trabajo artístico. Las pinturas de Kolteniuk son parte del mundo, no lo están representando, ni están en lugar de él. Las vibraciones lumínicas de su presencia (la pintura es antes que nada decantación de la luz) resultan tan pugnantes y atractivas como el azul del cielo o el de la superficie marina. La ventaja que nos ofrecen sobre la experiencia del mundo es que están contenidas en soportes y contendedores que podemos observar a voluntad en cualquier momento. Descansan sobre la tela inmutables y perennes.
La diferencia entre la ciencia, que podría definir los colores con precisión como vibraciones de luz de determinadas sustancias o pigmentos, y la pintura de una artista como Berta Kolteniuk, es que en el caso de la pintura el color ha sido individualizado. Cada pintura o cada serie de cuadros enlazados como versos por la autora traducen una experiencia y se constituyen en una individualización de lo real. Ya no están separados de lo real, actúan en conjunción con el mundo, como la hoja del árbol es a la vez parte y todo del mismo ser. En las obras de Kolteniuk cada pincelada del cuadro se confunde con la totalidad del mismo, el espacio pictórico es su medio de existencia y éste se encuentra vinculado, unido indisolublemente al mundo pues no pretende ser distinto de él.
En el caso de la creación de Berta Kolteniuk, la pintura es una reunión de elementos que aspiran a una totalidad imposible de lograr. En esa imposibilidad se alberga el idealismo; el mundo de las ideas que la artista intenta configurar de la manera más fiel a través de una realidad sensible que llamamos pintura, en el sentido más amplio de éste término. La vasta plenitud del mundo se concreta en las pinturas de Kolteniuk, cada una aborda individualmente el color, el tono y la forma para que podamos apreciarlas en su esencia sin ánimo de confundir por la ilusión, sino entregarnos una verdad sensible a través de su nítida percepción.
La ciencia rompe la unidad de los mundos naturaleza y espíritu, señala Ortega y Gasset. El arte, por el contrario, tiende a unirlos. La visión de los más recientes cuadros de Berta Kolteniuk reconcilia la separación entre el individuo y el mundo, a través de una experiencia pura que está más allá de la ilusión. Sus obras de los últimos años han abundado en la percepción y la unidad entre la mirada y la sensibilidad. Son obras extremadamente simples y por ello penetran en nuestro ser sin filtro alguno. No requieren mayor explicación y conducen de manera inmediata a la experiencia estética, a la impresión del color y la forma sobre nosotros.
Partiendo de la experiencias del espacio y del color, Kolteniuk crea en el intérprete de su obra un orden cercano a la naturaleza, donde el color se enlaza con formas sutiles que no son símbolos y pueden asimilarse como signos de la presencia de elementos naturales, como el viento, el agua, la tierra o el fuego. Estos elementos son punto de partida y de llegada de la experiencia plástica total del mundo, de ahí ese sentimiento de unidad espiritual que caracteriza a su trabajo artístico. Las pinturas de Kolteniuk son parte del mundo, no lo están representando, ni están en lugar de él. Las vibraciones lumínicas de su presencia (la pintura es antes que nada decantación de la luz) resultan tan pugnantes y atractivas como el azul del cielo o el de la superficie marina. La ventaja que nos ofrecen sobre la experiencia del mundo es que están contenidas en soportes y contendedores que podemos observar a voluntad en cualquier momento. Descansan sobre la tela inmutables y perennes.
La diferencia entre la ciencia, que podría definir los colores con precisión como vibraciones de luz de determinadas sustancias o pigmentos, y la pintura de una artista como Berta Kolteniuk, es que en el caso de la pintura el color ha sido individualizado. Cada pintura o cada serie de cuadros enlazados como versos por la autora traducen una experiencia y se constituyen en una individualización de lo real. Ya no están separados de lo real, actúan en conjunción con el mundo, como la hoja del árbol es a la vez parte y todo del mismo ser. En las obras de Kolteniuk cada pincelada del cuadro se confunde con la totalidad del mismo, el espacio pictórico es su medio de existencia y éste se encuentra vinculado, unido indisolublemente al mundo pues no pretende ser distinto de él.
En el caso de la creación de Berta Kolteniuk, la pintura es una reunión de elementos que aspiran a una totalidad imposible de lograr. En esa imposibilidad se alberga el idealismo; el mundo de las ideas que la artista intenta configurar de la manera más fiel a través de una realidad sensible que llamamos pintura, en el sentido más amplio de éste término. La vasta plenitud del mundo se concreta en las pinturas de Kolteniuk, cada una aborda individualmente el color, el tono y la forma para que podamos apreciarlas en su esencia sin ánimo de confundir por la ilusión, sino entregarnos una verdad sensible a través de su nítida percepción.