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La obra de Gabriela Olivo de Alba

Lunes, 06 Enero 2014 22:57 Escrito por Josefina Alcázar

Ay mis hijos (2000)
Esta acción ritual se llevó a cabo en la Sala la Trilla del Centro de Arte la Estancia en Caracas Venezuela. Yo era agregada cultural de la Embajada de México e invitamos a Felipe Ehrenberg a montar una Ofrenda de Muertos, dedicada a las personas muertas y desaparecidas el año anterior en la Tragedia de Vargas, un episodio natural de lluvias intensas que arrasó con cerros y viviendas y arrastró cadáveres incluso a islas del caribe vecinas al litoral venezolano. La ofrenda - presidida por la Tlaxolteotl elaborada por Ehrenberg en papel maché- permaneció varios días en exhibición creando en el lugar una atmósfera de templo. El último día, antes de levantarla, yo realicé la acción ritual Ay mis hijos dedicada a los no nacidos. La presencia de la deidad precolombina “gran paridera, devoradora de inmundicias/ que estimula la lujuria y sana los pecados”, fue la inspiración. La voz de Semiramis González, a quien invité a colaborar en la pieza, guió cada paso del rito: un canto sin palabras que creaba la tensión y contrapunto de mi lamento. Se colocó sentada a horcadas, justo debajo de la Tlazolteótl, vestida únicamente con una falda que ella misma elaboró formando una red con cuerdas de fibra natural, de la que pendían pinzas de madera de las que se utilizan para colgar la ropa a secar. Yo me despojé de la ropa dejando mi cuerpo desnudo y afeitado y descendí al pequeño foso para, desde ahí, iniciar la velación del rito funerario a los niños no nacidos. Puse un vendaje sobre mis ojos, recorté círculos ovales que me permitían ver, y cubrí mi rostro con barro que fue secando durante la acción ritual. Esta terminó cuando ella me acunó, después de que concluí con el entierro guardando entre la arena de la Guaira un puñado de dientecitos “de leche” -leche que nunca llegaron a probar “los no nacidos”- y que asemejaban pequeñas semillas.

No me llores mas (2003)
Este rito de paso se celebró en mi casa con la compañía de mis hijos, amig@s y personas conocidas que sin acuerdo previo “entraron” en situación, incorporándose -no a la representación- sino a la acción colectiva. La casa adquirió la atmósfera de una ambientación funeraria: Espejos cubiertos con velos los negros, festones del mismo color, veladoras, flores, sombras de evocaciones de objetos. Quise anticiparme a la muerte biológica con esta acción de muerte ritual. Algo particularmente interesante fue el hecho de que las personas que asistieron se comportaron no como espectadores distantes. Cada uno asumió la situación que se vivía en ese momento y actuó en consecuencia. Un video también preparado con la complicidad criatura de Rayo Rojas, mostraba el lavado y preparación del cuerpo/cadáver. Los asistentes veían el video en el comedor -habilitado como capilla- antes de que se llevará a cabo la ceremonia de “cuerpo presente”


En la preparatoria descubrió algunos textos de Becket, Camus, Sartre y Simone de Beauvoir que marcaron la etapa de formación de Gabriela Olivo de Alba (México DF 1953). Más tarde, en 1973, ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras donde estudia Literatura Dramática y Teatro, teniendo como profesores de actuación y dirección a José Luis Ibáñez y Héctor Mendoza y de crítica dramática a Luisa Josefina Hernández. Ahí empieza a realizar propuestas teatrales que no partían del texto dramático de un autor, sino que surgían de la exploración de vivencias e inquietudes propias. En la medida en que se distanciaba de la actuación interpretativa convencional, su trabajo iba adquiriendo un carácter de ensayo autoral. Es por el camino de la indagación autobiográfica, de la memoria registrada en el propio cuerpo, que llega al performance al que concibe como un género ensayístico.

Su primera acción o performance concebido como tal, fue presentado durante la inauguración de una exposición del artista plástico Romel Rosas, en su estudio de Mixcoac en 1985. Tituló la acción: Ni que fuera yo monstruo marino. Se desarrollaba en el baño del lugar. La puerta entreabierta y una ventana lateral dejaban ver el interior: un inodoro; un hombre / objeto del que sólo se veía la espalda orinaba mientras Gabriela se afeitaba el vello de sus axilas y piernas. El baño y el inodoro como espacio y objeto que remiten a ámbitos de intimidad han sido elementos recurrentes en muchos de los performances que ha presentado.

El trabajo de Gabriela se nutre de aspectos autobiográficos; su reto es hallar el punto (especie de Aleph borgiano) que contenga todos los puntos y todas las memorias pasadas y por venir…

Otro de los elementos medulares de las acciones de Gabriela es el inventario de su propio cuerpo, con sus secreciones y excrecencias, en el análisis de su yo interno, en la exploración de sus intersticios y recovecos procura hallar el hilo de Ariadna, de su laberinto. Pero también en las cosas con las que ha convivido, adquirido y creído que le pertenecen, aquellas que despiertan “una fórmula carnal de su presencia”, en esas cosas busca el hilván de la memoria compartida, aquel que le permite la confección del performance como un permanentemente inacabado cadáver exquisito.

Fuente: Serie documental de Performance Mujeres en Acción, Josefina Alcázar (compiladora), 2006.
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