Como mujer no tengo patria, el mundo entero es mi tierra
“Dominad la tierra y a todas las bestias que serpean en ella” fue el mandato que a nombre de un dios único se inventaron los hombres separándose del primordial cuerpo femenino, de la Madre Tierra, de la Pacha Mama, de la madre primigenia, y desde ahí, de todas las madres y del misterio de la vida.
Pulsión patriarcal que hizo todo cuantificable, medible, conocible, controlable y dominable; especialmente todo lo que no pertenece al modelo del padre, del elegido por ese dios único, ese dios uno. Todo lo que es “otro”: primero las mujeres, luego los indios, negros y un largo etcétera, pasaron a ser el símil concreto de esas bestias que serpean la tierra, los objetos a dominar y controlar.
Al misterio de la vida se le impuso la razón, la medición y el cálculo, todo se dividió para entenderlo y poseerlo: se dividió a los seres humanos y a la tierra, se hicieron patrias con sus fronteras y sus símbolos. Se crearon patrimonios con los valores monetarizados.
Perdimos la tierra y la sustituyeron por un carnet de identidad y un pasaporte. Perdimos el fruto de la tierra y lo cambiaron por una mercancía; perdimos el espacio, al que cambiaron por un permiso para transitar; perdimos el libre tránsito al que reemplazaron por leyes de migración y consulados con poder de decidir quiénes entran a su patria y quiénes son parias
Perdimos la tierra para peregrinar en ella como patriotas. Patria es el espacio del padre. Por ello:
COMO MUJER NO TENGO PATRIA, EL MUNDO ENTERO ES MI TIERRA, MI MATRIA.