Canto a la vida
Esta serie de grabados estampados sobre diferentes soportes podría titularse “Canto a la vida”, pues mi intención es, precisamente, alabar la posibilidad de permanecer en este mundo. En ella el cuerpo, mi cuerpo, es símbolo de resistencia y adaptabilidad, de supervivencia y gozo.
Durante los últimos seis años uno de mis temas principales ha sido el autorretrato, tema que he abordado de diferentes maneras: algunas veces desde un punto de vista muy conceptual y abstracto, otras más figurativo; siempre de una manera simbólica. El cuerpo femenino, en específico mi cuerpo, me interesa como motivo de exploración y de definición de identidad. Mi cuerpo, con todas sus imperfecciones, es único: mis cicatrices, lunares, arrugas, etc. me definen como un individuo con determinadas experiencias de vida, inmerso en un ambiente, en un tiempo y en unas circunstancias específicas y siempre cambiantes.
Hace dos años, después de muchos de no hacerlo, retomé el grabado. He estado trabajando desde entonces sobre linóleo, a partir de dibujos a tinta en los que me retrato con diferentes objetos o pensamientos en la cabeza o en el cuerpo completo; éste casi siempre desnudo y mostrando las cicatrices que desde hace 10 años forman parte de mi persona después de tener una mastectomía y una reconstrucción a causa de cáncer de mama.
Recientemente empecé a experimentar haciendo mi propio papel combinando residuos caseros (pelusas de lavadora y secadora, toallas de papel en las que limpio mis pinceles, retazos de camisas de mi marido) con papel industrial. Sobre esto estampo un grabado y posteriormente intervengo bordándolos a mano o a máquina. Otras veces imprimo sobre telas de diferentes características, aprovechando sus calidades (transparencia, textura, color, estampado, etc.) y bordo sobre ellas, incluyendo a veces chaquiras u otros materiales. Bordar y coser es una herencia de mi abuela materna, que era modista y con la que crecí.