Lo que el mar me dejó
Martes, 17 Diciembre 2013 10:24
Escrito por Nelson Oxman
La fotografía no sólo es un documento de la realidad, sino también de la fantasía. Lourdes Almeida logra atrapar sirenas y ángeles con la cámara y les da forma visual a través de una imagen. Su portafolio integra una especie de zoología fantástica cargada de elementos sensuales. La ficción fotográfica recupera el antiguo mito de la divina Derceto, quien frustrada por un castigo que le impone Venus envidiosa de su belleza, se arroja al agua, en donde se convierte en mitad mujer y mitad pez. El relato ha sido engrandecido a través de leyendas, y representado de muchas maneras diferentes. Ahora tenemos el mito metaforizado a la orilla del mar, con elementos reales. Igual que la híbrida Derceto, realidad y ficción se confunden en la fantasía.
La fotografía no sólo es un documento de la realidad, sino también de la fantasía. Lourdes Almeida logra atrapar sirenas y ángeles con la cámara y les da forma visual a través de una imagen. Su portafolio integra una especie de zoología fantástica cargada de elementos sensuales. La ficción fotográfica recupera el antiguo mito de la divina Derceto, quien frustrada por un castigo que le impone Venus envidiosa de su belleza, se arroja al agua, en donde se convierte en mitad mujer y mitad pez. El relato ha sido engrandecido a través de leyendas, y representado de muchas maneras diferentes. Ahora tenemos el mito metaforizado a la orilla del mar, con elementos reales. Igual que la híbrida Derceto, realidad y ficción se confunden en la fantasía.
Una de la intenciones principales de Almeida es mostrar el cuerpo femenino desvinculado de la carga ideológica que le ha conferido la cultura moderna. El erotismo de los cuerpos recupera la inocencia original. La sensualidad del oleaje del mar se enreda con la sensualidad de los cuerpos. La naturaleza recobra su ancestral capacidad de figurar miles de formas. La propuesta significa un reto contra la lógica de la razón desprovista de imaginación mítica. Los cuerpos femeninos vuelven a ser los propuestos por la cultura clásica. No se alude al sexo, ni al cuerpo femenino como un objeto de consumo, sino más bien como una posibilidad de establecer un vínculo entre ilusión y realidad. El acierto principal de Almeida consiste en liberar a la fotografía de su obligado destino testimonial, para darle la posibilidad de ser un instrumento de la imaginación.