Marcela Armas: mirar a la ciudad para entendernos
Viernes, 16 Mayo 2014 13:38
Escrito por Angélica Abelleyra
Tiene más preguntas que respuestas. Y en su confección de universos donde el sonido, el movimiento y la electrónica conviven y se confrontan, voltea a mirar su entorno urbano y cotidiano para cuestionar y cuestionarse qué clase de entes humanos queremos ser. Porque si alguna certeza tiene Marcela Armas (Durango, 1976), es que sólo las ciudades, los espacios y los objetos que nos rodean y son proyecciones de lo que somos, nos ayudarán a entendernos tanto en lo inasible de la individualidad como en lo complejo de lo colectivo.
Quizás el único nexo familiar con sus intereses por los fenómenos mecánicos, lumínicos y eléctricos es que su padre dirige estaciones de radio. Pero su enfoque a estos contextos vendría algunos años más tarde. Primero se inclinó por la arquitectura en su natal Durango y posteriormente dirigió su mirada hacia las artes plásticas en la Universidad de Guanajuato, donde transformó aquellos estudios alrededor de la escultura y la pintura más convencionales a una experimentación en proyectos donde los medios electrónicos han tenido un papel primordial.
Formó parte del grupo Los Ejecutistas cuando radicaba en Guanajuato y junto con los artistas Gilberto Esparza e Iván Puig, ha seguido un camino de exploración de la electrónica aplicada a la creación artística. En proyectos individuales o conjuntos, convocan a talleres donde arquitectos, diseñadores, creadores de las artes escénicas y otros productores desarrollan prototipos o experimentos con recursos de la electrónica. Ella y Gilberto Esparza (su pareja) han implementado talleres en Buenos Aires (Argentina), Lima (Perú), Santiago (Chile) y ciudad de México en un proyecto financiado por la Fundación Telefónica de España, a partir del año pasado.
Con cinco años de residencia en la ciudad de México, Marcela acepta que esta urbe la impactó desde el primer día. Su experiencia de vida en Durango, en Guanajuato y Valencia (ciudad española donde estudió un año) era muy distinta a la que desarrolló en la defeña Santa María la Ribera. Y su práctica artística se modificó en términos de lenguaje y de soportes. La instalación, el arte sonoro, la intervención urbana y la acción han sido desde entonces su manera de hacer “señalamientos“ sobre cuestiones relacionadas al uso de la energía a través de algunas aristas: el ruido que inunda las calles y el uso desenfrenado de los hidrocarburos, entre otras formas de energía en este espacio urbano compartido entre la inconciencia, la confusión y el azar.
Lograr discursos poéticos e impactos estéticos es uno de sus fines. Y apela a la capacidad de los propios materiales para hablar de una circunstancia o un asunto concreto. Como su pieza I Machinarius que mediante 31 catarinas industriales mueve una cadena que dibuja el contorno de una República Mexicana (de cabeza) con un sistema de lubricación a base de petróleo. Un señalamiento sobre la política extractiva de los recursos y una representación de nuestro país como una maquinaria de trabajo pesado, desbordada y herida. Y si está de cabeza es porque ese derrame del recurso energético finalmente va hacia el Norte. O allí tenemos una acción en donde su propio cuerpo es portador y emisor de sonido. Ocupación, un performance donde Marcela porta un kit de cláxones y bocinas con un mando de control, con el fin de ocupar el espacio vehicular mediante una caminata entre los automóviles. Esa acción realizada en el DF hace varios años, la desarrollará en octubre próximo en el contexto de la Bienal del Mercosur, en Porto Alegre, Brasil.
Más allá del señalamiento de una contaminación auditiva que nos abruma, con esta acción ella busca una ruptura de la cotidianidad; crear una pequeña fisura en un espacio hostil como la vialidad y el tránsito vehicular en esta ciudad. Con los cláxones que toca desde su torso andariego, logra una reconfiguración del paisaje sonoro en esas avenidas donde transita. A ella le gusta definir esto como “un acontecimiento”, la transformación de un momento. Y cree fervientemente en la ellos, pues son instantes que logran cambiar la vivencia cotidiana.
Como sucede en su propia persona, considera que en México ha crecido el interés y la experimentación de l@s artistas en la experiencia sonora. Colegas como Gilberto Esparza, Arcangel Constantini, Iván Abreu y Mario de Vega le han reforzado su compromiso con la experimentación y la búsqueda de nuevas formas de elaborar discursos. Así también lo han hecho profesionales de otros ámbitos, como la academia, la ingeniería, la física, con quienes mantiene un diálogo sobre el uso de las nuevas tecnologías, la situación del mundo actual, las políticas de uso de recursos naturales en México y el mundo.
Así, mientras el petróleo, el ruido, la energía eléctrica y más variantes han conformado sus pivotes de creación, también es su reflexión sobre el entorno urbano. Tiene presente el dicho de David Harvey, quien considera que al construir una ciudad nos construimos a nosotros mismos. Por ello, está segura que debiéramos preguntarnos cada día en qué clase de individuos nos estamos convirtiendo y hacia dónde queremos conducirnos. Quizás por eso, Marcela, en medio del caos sonoro y vehicular de la Santa María la Ribera construyó su pequeño vivero que le da luces y sombras y vida en la azotea. Su pequeña isla en la ciudad.