Vibraciones abstractas, energía vital
Martes, 17 Diciembre 2013 11:30
Escrito por Dra. Olga María Rodríguez Bolufé, 2011 Docente e investigadora de arte
La constante inquietud define a Claudia Catelli como artista. De ahí que su obra escape a cualquier clasificación estilística o formal. Se trata de una creadora que nos convoca siempre a la sorpresa, a la búsqueda imparable, a las ganas de experimentar y de sentir el arte como parte de la vida misma.
Pareciera paradójico pensar que esta estirpe de artistas, pudiera contar con una formación técnica del rigor que exige la Arquitectura, y no únicamente a nivel de licenciatura, sino también de maestría, lo cual confirma la máxima de que no hay normas, no hay límites o sentencias previas, cuando de acercarnos a un artista fecundo se trata.
Si a esto le sumamos, su identificación con la escritora ruso-brasileña Clarice Lispector, y con la novelista, poeta y dramaturga Marguerite Yourcenar, descendiente de belgas y franceses, el acercamiento al universo de referencias de Catelli, se va entretejiendo como una madeja compleja y sutil, de sumo interés. Y es que la obra de esta artista, se conecta con las inquietudes del ser, hacer y estar de estas escritoras; decía Yourcenar: "Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón", mientras que Clarice exclamaba: "Y fue tan cuerpo que fue puro espíritu", a la par que reconocía que lo indecible le sería dado solamente a través del lenguaje. Claudia comulga con esta visión de ambas autoras, incorpora sus posturas ante la vida y ante el hecho creador, como parte de su propia necesidad de expresarse, mediante técnicas y materiales que le ayudan a generar sus propuestas visuales.
También la obra plástica de la nipobrasileña Tomie Ohtake, es un referente de interés para Claudia Catelli. La fuerza del gesto y la expresividad de las manchas de color en la superficie de un lienzo, un gran panel o hasta un muro, revelan lo que ambas artistas comparten: la necesidad de pintar lo que viene de dentro, por encima de la reproducción del mundo exterior. Dice Ohtake: "Cada cosa tiene una esencia en armonía en el universo; el papel del artista es revelarla". Esta intención que comparten ambas creadoras, se asume desde sus respectivas interioridades, desde sus mundos subjetivos, como mujeres y como seres en el mundo, de ahí que el lenguaje de la abstracción les resulte idóneo. Claudia conoció personalmente a Tomie, durante sus años de estudios universitarios y reconoce el impacto que le produjo su obra; sin dudas la entrega que subyace en las creaciones de esta ya consagrada artista, es uno de los aspectos que nos permite conectarnos con la obra de Catelli.
Tanto la obra de estas escritoras y artistas, así como el trabajo de diseñadores contemporáneos, unido a su insaciable necesidad de continuar aprendiendo sobre arte latinoamericano y caribeño, nos permite comprender cómo Catelli construye su universo de referencias, con una especial apertura hacia lo interdisciplinar.
Acercarnos a una creadora versátil impone un reto a la valoración crítica sobre su obra; sin embargo, al conocer a la persona, a la mujer, encontramos respuestas ante el desconcierto. Claudia es una exigente guerrera, asume todas las acciones en su vida con pasión y entrega, cree en lo que hace y por eso, todo se explica. Ha incursionado en distintas técnicas: collage, grabado, pintura, instalaciones, video, y en cada una de estas experiencias, aporta la agudeza y la curiosidad que distinguen su accionar.
La capacidad de digerir múltiples influencias y vivencias, le viene seguramente de sus ancestros familiares, multiculturales, con historias de migraciones desde Europa hasta Brasil –algo similar a los periplos vivenciales de Yourcenar, Clarice y Tomie- , hasta su arribo y permanencia en México, país al que la artista considera como su segunda patria.
Catelli ha encontrado en la abstracción, la posibilidad abierta de orientar sus búsquedas visuales. De ahí que el universo de manchas que se agolpan o se deslizan sobre el espacio plástico, el uso expresivo del color y el ritmo vertiginoso de texturas, configuran un universo de sugerencias visuales inagotable, que nos mantiene inmersos también como espectadores, en un proceso activo, cuales co-autores, cómplices de la artista.
La protagonista indudable de sus obras es la mancha de color, donde se integran luces, sombras, pigmentos y sobre todo, el gesto. En las manchas de Claudia Catelli percibimos la vibración de un insaciable espíritu creador, de ahí que su manera de expresión más idónea sea justamente a través de esas manchas que cabalgan y pueblan las superficies; pareciera a primera vista que se desplazan intuitivamente, sin embargo, hay una disciplina compositiva de base, que nos asegura que llegarán a puerto seguro. Y es entonces cuando se produce el hallazgo que consigue conmovernos, propiciado por la genuina vocación de esta artista, que nos comparte una poética visual siempre en constante devenir.
La constante inquietud define a Claudia Catelli como artista. De ahí que su obra escape a cualquier clasificación estilística o formal. Se trata de una creadora que nos convoca siempre a la sorpresa, a la búsqueda imparable, a las ganas de experimentar y de sentir el arte como parte de la vida misma.
Pareciera paradójico pensar que esta estirpe de artistas, pudiera contar con una formación técnica del rigor que exige la Arquitectura, y no únicamente a nivel de licenciatura, sino también de maestría, lo cual confirma la máxima de que no hay normas, no hay límites o sentencias previas, cuando de acercarnos a un artista fecundo se trata.
Si a esto le sumamos, su identificación con la escritora ruso-brasileña Clarice Lispector, y con la novelista, poeta y dramaturga Marguerite Yourcenar, descendiente de belgas y franceses, el acercamiento al universo de referencias de Catelli, se va entretejiendo como una madeja compleja y sutil, de sumo interés. Y es que la obra de esta artista, se conecta con las inquietudes del ser, hacer y estar de estas escritoras; decía Yourcenar: "Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón", mientras que Clarice exclamaba: "Y fue tan cuerpo que fue puro espíritu", a la par que reconocía que lo indecible le sería dado solamente a través del lenguaje. Claudia comulga con esta visión de ambas autoras, incorpora sus posturas ante la vida y ante el hecho creador, como parte de su propia necesidad de expresarse, mediante técnicas y materiales que le ayudan a generar sus propuestas visuales.
También la obra plástica de la nipobrasileña Tomie Ohtake, es un referente de interés para Claudia Catelli. La fuerza del gesto y la expresividad de las manchas de color en la superficie de un lienzo, un gran panel o hasta un muro, revelan lo que ambas artistas comparten: la necesidad de pintar lo que viene de dentro, por encima de la reproducción del mundo exterior. Dice Ohtake: "Cada cosa tiene una esencia en armonía en el universo; el papel del artista es revelarla". Esta intención que comparten ambas creadoras, se asume desde sus respectivas interioridades, desde sus mundos subjetivos, como mujeres y como seres en el mundo, de ahí que el lenguaje de la abstracción les resulte idóneo. Claudia conoció personalmente a Tomie, durante sus años de estudios universitarios y reconoce el impacto que le produjo su obra; sin dudas la entrega que subyace en las creaciones de esta ya consagrada artista, es uno de los aspectos que nos permite conectarnos con la obra de Catelli.
Tanto la obra de estas escritoras y artistas, así como el trabajo de diseñadores contemporáneos, unido a su insaciable necesidad de continuar aprendiendo sobre arte latinoamericano y caribeño, nos permite comprender cómo Catelli construye su universo de referencias, con una especial apertura hacia lo interdisciplinar.
Acercarnos a una creadora versátil impone un reto a la valoración crítica sobre su obra; sin embargo, al conocer a la persona, a la mujer, encontramos respuestas ante el desconcierto. Claudia es una exigente guerrera, asume todas las acciones en su vida con pasión y entrega, cree en lo que hace y por eso, todo se explica. Ha incursionado en distintas técnicas: collage, grabado, pintura, instalaciones, video, y en cada una de estas experiencias, aporta la agudeza y la curiosidad que distinguen su accionar.
La capacidad de digerir múltiples influencias y vivencias, le viene seguramente de sus ancestros familiares, multiculturales, con historias de migraciones desde Europa hasta Brasil –algo similar a los periplos vivenciales de Yourcenar, Clarice y Tomie- , hasta su arribo y permanencia en México, país al que la artista considera como su segunda patria.
Catelli ha encontrado en la abstracción, la posibilidad abierta de orientar sus búsquedas visuales. De ahí que el universo de manchas que se agolpan o se deslizan sobre el espacio plástico, el uso expresivo del color y el ritmo vertiginoso de texturas, configuran un universo de sugerencias visuales inagotable, que nos mantiene inmersos también como espectadores, en un proceso activo, cuales co-autores, cómplices de la artista.
La protagonista indudable de sus obras es la mancha de color, donde se integran luces, sombras, pigmentos y sobre todo, el gesto. En las manchas de Claudia Catelli percibimos la vibración de un insaciable espíritu creador, de ahí que su manera de expresión más idónea sea justamente a través de esas manchas que cabalgan y pueblan las superficies; pareciera a primera vista que se desplazan intuitivamente, sin embargo, hay una disciplina compositiva de base, que nos asegura que llegarán a puerto seguro. Y es entonces cuando se produce el hallazgo que consigue conmovernos, propiciado por la genuina vocación de esta artista, que nos comparte una poética visual siempre en constante devenir.