Entre rocas y árboles
Lunes, 26 Mayo 2014 09:48
Escrito por Cristina Riveroll
Nace en el 1953 en la Ciudad de México.
Viviendo en esta urbe en constante crecimiento Cristina Riveroll no ha dejado de sorprenderse ante la naturaleza a lo largo de su vida. Especialmente las rocas y los árboles han sido y son para ella una fuente de silenciosa inspiración. Se emociona tanto con la textura y la forma de una piedra encontrada en la orilla del mar, como con una enorme peña en las tumbas de los reyes persas. Sus ojos no dejan de ver una pintura abstracta en un tronco enmohecido por la lluvia o en un suelo cubierto por las hojas del otoño.
Su afán escultórico se expresa en su cerámica cuando quiere atrapar en el volúmen de sus piezas el violento movimiento de los troncos de los árboles, el sensual movimiento del cuerpo humano y el solitario reposo que encierra una roca. Todas sus piezas, aunque parezcan rocas, corales calcificados o troncos viejos son delicadas como la piel humana. Elaborar estas finas texturas con la cerámica requiere de una sensibilidad extrema de las manos. A pesar de la fuerza elemental y vital sus obras inspiran el silencio y la meditación; sus formas y texturas susurran un canto suave como si el viento estuviera soplando alrededor de ellas. Pero no es el viento el que da la forma, son las manos suaves de la ceramista acariciando el barro.
Viviendo en esta urbe en constante crecimiento Cristina Riveroll no ha dejado de sorprenderse ante la naturaleza a lo largo de su vida. Especialmente las rocas y los árboles han sido y son para ella una fuente de silenciosa inspiración. Se emociona tanto con la textura y la forma de una piedra encontrada en la orilla del mar, como con una enorme peña en las tumbas de los reyes persas. Sus ojos no dejan de ver una pintura abstracta en un tronco enmohecido por la lluvia o en un suelo cubierto por las hojas del otoño.
Su afán escultórico se expresa en su cerámica cuando quiere atrapar en el volúmen de sus piezas el violento movimiento de los troncos de los árboles, el sensual movimiento del cuerpo humano y el solitario reposo que encierra una roca. Todas sus piezas, aunque parezcan rocas, corales calcificados o troncos viejos son delicadas como la piel humana. Elaborar estas finas texturas con la cerámica requiere de una sensibilidad extrema de las manos. A pesar de la fuerza elemental y vital sus obras inspiran el silencio y la meditación; sus formas y texturas susurran un canto suave como si el viento estuviera soplando alrededor de ellas. Pero no es el viento el que da la forma, son las manos suaves de la ceramista acariciando el barro.