Diálogos con la energía y la luz
Martes, 17 Diciembre 2013 12:18
Escrito por Jeannette Betancourt
Hiperrealidad y su condición incierta
La imagen tiene un papel clave en la constitución de nuestra memoria individual y colectiva. De forma simultánea, configura nuestro universo cognitivo y emocional como espacio-temporalidades que se incorporan a las matrices culturales heterogéneas, donde logran significarse. Del tránsito de estas valoraciones se desprenden los cambios de episteme que trazan los nuevos sentidos de nuestro acontecer y saber.
En los escasos nueve años que llevamos del siglo XXI, la imagen fotográfica se ha sublevado y sublimado -a razón de las nuevas tecnologías- transformándose en una estructura policéntrica desde donde se construye el imaginario de nuestro tiempo. La rapidez con la cual articula el sistema de legitimación, de nociones y referencias conceptuales, filosóficas y antropológicas, la han convertido en el medio idóneo para la elaboración y transmisión del conocimiento y cultura del presente, caracterizada por lo utópico y virtual.
El trabajo fotográfico de Verónica Cuervo (México, D.F., 1958-) se encuentra inmerso en ese contexto visual: uno que es vertiginoso, sobreabundante y que reemplaza la realidad por lo inconmensurable. Son imágenes donde lo simbólico ha sido aniquilado, lo real absorbido y lo social reformulado bajo un sistema polivalente. Al ser destituidas de toda posibilidad de referente -pues todo el que podía existir en el instante en que es tomada la fotografía, se colapsa- sólo nos resta enfrentar sin presupuestos la plenitud inscrita en estas imágenes en estado de transitoriedad.
Coherentes con lo ilusorio de nuestra existencia actual, las fotografías de Cuervo desestabilizan pues no son asunto de la contemplación como lo son de la representación de una condición de hiperrealidad que verifica el desplazamiento sobre las nociones de certidumbre hacia el terreno de lo incierto. Es así como la realidad rebasada se nos muestra difusa e indeterminada, reflejando el impulso centrífugo de un espacio-temporalidad que la desplaza en múltiples direcciones.
Para muchos, será irresistible tratar de ejercer una lectura retiniana que procure desprender sentidos donde sólo existe lo que está a la vista: desapariciones, apariciones y transformaciones espectrales. Trayectos que cuyo principio y fin son ilocalizables, siendo sólo preciso aquello que se ubica entre medio de ambos. La urgencia por integrar estas imágenes a un código comprensible por la razón generan desasosiego, vértigo y hasta muchos más espejismos de los que explícitamente contienen, porque estas fotografías operan desde una contemporaneidad que no se puede asir: desde la velocidad de su tiempo, desde la lógica de la dromología.
Esta serie de imágenes conforma una reflexión visual inscrita en la estética de la desaparición de lo material, donde no se contiene territorio, ni ciudad, ni cuerpo, sólo un devenir, un acontecer continuo y atemporal que registra la ambigüedad y sus disoluciones a la par que concreta escenarios de imposibilidad.
Reflejo de un pensamiento y una mirada crítica en torno a los mundos de vida que habita, Verónica Cuervo logra a través de su obra fotográfica desmontar la realidad de una vez por todas para abrirle paso a la tensión discontinua del instante.
Hiperrealidad y su condición incierta
La imagen tiene un papel clave en la constitución de nuestra memoria individual y colectiva. De forma simultánea, configura nuestro universo cognitivo y emocional como espacio-temporalidades que se incorporan a las matrices culturales heterogéneas, donde logran significarse. Del tránsito de estas valoraciones se desprenden los cambios de episteme que trazan los nuevos sentidos de nuestro acontecer y saber.
En los escasos nueve años que llevamos del siglo XXI, la imagen fotográfica se ha sublevado y sublimado -a razón de las nuevas tecnologías- transformándose en una estructura policéntrica desde donde se construye el imaginario de nuestro tiempo. La rapidez con la cual articula el sistema de legitimación, de nociones y referencias conceptuales, filosóficas y antropológicas, la han convertido en el medio idóneo para la elaboración y transmisión del conocimiento y cultura del presente, caracterizada por lo utópico y virtual.
El trabajo fotográfico de Verónica Cuervo (México, D.F., 1958-) se encuentra inmerso en ese contexto visual: uno que es vertiginoso, sobreabundante y que reemplaza la realidad por lo inconmensurable. Son imágenes donde lo simbólico ha sido aniquilado, lo real absorbido y lo social reformulado bajo un sistema polivalente. Al ser destituidas de toda posibilidad de referente -pues todo el que podía existir en el instante en que es tomada la fotografía, se colapsa- sólo nos resta enfrentar sin presupuestos la plenitud inscrita en estas imágenes en estado de transitoriedad.
Coherentes con lo ilusorio de nuestra existencia actual, las fotografías de Cuervo desestabilizan pues no son asunto de la contemplación como lo son de la representación de una condición de hiperrealidad que verifica el desplazamiento sobre las nociones de certidumbre hacia el terreno de lo incierto. Es así como la realidad rebasada se nos muestra difusa e indeterminada, reflejando el impulso centrífugo de un espacio-temporalidad que la desplaza en múltiples direcciones.
Para muchos, será irresistible tratar de ejercer una lectura retiniana que procure desprender sentidos donde sólo existe lo que está a la vista: desapariciones, apariciones y transformaciones espectrales. Trayectos que cuyo principio y fin son ilocalizables, siendo sólo preciso aquello que se ubica entre medio de ambos. La urgencia por integrar estas imágenes a un código comprensible por la razón generan desasosiego, vértigo y hasta muchos más espejismos de los que explícitamente contienen, porque estas fotografías operan desde una contemporaneidad que no se puede asir: desde la velocidad de su tiempo, desde la lógica de la dromología.
Esta serie de imágenes conforma una reflexión visual inscrita en la estética de la desaparición de lo material, donde no se contiene territorio, ni ciudad, ni cuerpo, sólo un devenir, un acontecer continuo y atemporal que registra la ambigüedad y sus disoluciones a la par que concreta escenarios de imposibilidad.
Reflejo de un pensamiento y una mirada crítica en torno a los mundos de vida que habita, Verónica Cuervo logra a través de su obra fotográfica desmontar la realidad de una vez por todas para abrirle paso a la tensión discontinua del instante.