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Rescatar la memoria pequeña

Lunes, 26 Mayo 2014 10:31 Escrito por Angélica Abelleyra    
Pertenecer a la dinastía de Las Pecas le ha significado un privilegio con doble filo: gran goce y gran peso. Y aunque por pudor y algo de miedo tardó en zambullirse en el mundo creativo -ese que vio de cerca a través de la galería sostenida por su madre Teresa y sus tías Ana María y Montserrat- Yani Pecanins (México, 1957) encontró su propio camino al darle nueva vida a los objetos pequeños que determinan el fluir cotidiano de los seres humanos. Por eso, con sus instalaciones, collages y libros de artista, ella teje, remienda, cose, enlaza, recorta y pega trozos de memoria para reflexionar sobre los exilios, la fragilidad, los apegos, la fortaleza y las pérdidas.

Creció hacia adentro, al lado de sus abuelas paterna y materna. La primera, alemana convencida de la preeminencia de su raza, ejercitaba la disciplina como forma de existencia. Tejía y cosía gran parte del día, por lo que aquel universo de hilos y encajes eran próximos a la niña, poco diestra para bordar, pero que poco a poco le fue encontrando el gusto. La abuela materna, Aleix, fue siempre su imagen de entereza por serle fiel a su decisión de convertirse en pintora a los 60 años y darle importancia a la sencillez.

A su padre no lo conoció; murió cuando apenas ella tenía una semana y media de nacida. Pero con las abuelas y en casa, Yani respiró el entorno femenino ligado a las tijeras y botones. Sin embargo, en su infancia también se mezclaron los aires de afuera. Sumaba más o menos los siete años, cuando su madre y tías abrieron la Galería Pecanins en la ciudad de México y con ella toda una vorágine de pintores y escritores que conformaban una familia extendida más una rica lluvia de ideas que la pequeña absorbía sin saber que aquel camino sería para ella.

No realizó estudios universitarios pero ha aprendido por aquí y allá lo que le apasiona. En Barcelona acudió a un taller de linotipia y se fascinó por esa tarea de poner letritas en cajitas para hacer impresos como por arte de magia. Luego tomó cursos de encuadernación, aprendió a hacer guardas de las publicaciones, y en esa vereda encontró su vocación por los libros. En 1977 cofundó la editorial independiente Cocina Ediciones (cerró en 1993) y en 1985 (junto con Gabriel Macotela y Armando Sáenz) abrió El Archivero, espacio que funcionó hasta 1993 como galería, archivo y lugar de promoción de libros de artista.

Estaba encantada de difundir el trabajo de los otros, cada vez fue más apremiante la necesidad de auto expresarse mediante sus libros, cajas, collages e instalaciones. Su primera exposición individual fue en 1998: La habitación de adentro (con textos del Diario de Ana Frank) y prosiguieron sus series Exilios, Lost and found, Las cosas que no dices, Historias de lo cotidiano y Hojas.

Chacharera, como su madre, dos personajes que le impactaron fueron Alan Glass y Kati Horna. El primero por enseñarle a ser sensible hacia las cosas pequeñas; la segunda, por su vida sencilla y mostrarle el camino de buscar siempre la medida justa para decir lo que se quiere.Así, con esas presencias artísticas y familiares, más la idea de Christian Boltansky de hablar con la obra artística sobre la memoria pequeña de personas y cosas, Yani teje el mundo de la intimidad a partir de los objetos que ya fueron; esos que habitaron cuerpos, alguna casa, asilo u hospital, que pasaron por La Lagunilla y ahora recobran nueva personalidad en este abecedario íntimo que deletrea una época pasada y presente, terrible y luminosa, frágil y fuerte.

Texto publicado originalmente en La Jornada Semanal (01/febrero/2004)
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