De pintura y de cuerpo
Jueves, 19 Noviembre 2015 12:34
Escrito por Angélica Abelleyra
Su trabajo tiene qué ver con lugares intuitivos, con la ambigüedad y el misterio, con el decir y ocultar el cuerpo y sus metáforas. Líneas, fluidos y superficies que son piel, conforman el lenguaje pictórico de Magali Lara (DF, 1956) para evocar sensaciones y emociones. Primero quiso ser escritora. Contaba con la presencia literaria de su hermano Hernán y era lectora compulsiva. Pero con la adolescencia y el despertar sexual le llegó una necesidad de movimiento que la tarea escritural no le daba. Quería moverse, deseaba un oficio que la trasladara a un sitio confuso, menos intelectual, ocupado por cuerpo, instintos y presente. La pintura fue ese espacio.
Ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas (UNAM) y como provenía de una familia con ejercicio literario, se inclinó por una especie de cómic que fusionara imagen y texto. Hizo intentos pero finalmente la enseñanza formal no la dejó satisfecha: ni compartía el geometrismo que imperaba en las aulas a fines de los 70 ni le interesaba el enfoque sociológico del arte. Todo en ella apuntaba hacia una exploración poética de la imagen y su nexo con el lenguaje que revela.
Tijeras, casas, troncos, floreros y ramas son elementos que ocupan sus construcciones íntimas, siempre unidas a reflexiones filosóficas sobre el amor, la vulnerabilidad, la seducción y la muerte. Su primera exposición fue en tiempos universitarios y después la obra ha ocupado museos, galerías y casas de cultura en Cuba, Francia, España, Suiza, Estados Unidos, Alemania y México.
Sin atarse a los grupos, participó en Narrativa Visual por la oportunidad que le daba de contar historias con imágenes. Trabajó entonces con Manuel Zavala, Gilda Castillo y Manuel Marín, aprendiendo de la colaboración y la afinidad para producir proyectos. Sin embargo, por la jerarquía de poder que anida en los colectivos, ha disfrutado más el trabajo con otras mujeres que reflexionan, como ella, en torno del mundo cotidiano. Con Carmen Boullosa, María Baranda, Jesusa Rodríguez ha colaborado en libros y espectáculos sobre historias no dichas sobre el cuerpo, la violencia y el erotismo: el amor y sus impedimentos.
Intuitiva antes que reflexiva, admite sin embargo la importancia de tener una claridad conceptual que ayuda a solidificar el poder y la fuerza de las intuiciones. ”Primero es la sensación y la experiencia y luego viene la reflexión y el desciframiento” dice sobre sus pinturas, grabados y dibujos conectados con el pensamiento de Walter Benjamín, Lezama Lima, Guido Ceronetti y Buddha; obra marcada siempre, aunque no directamente, por sus autores nodales: Carl Gustav Jung, Louise Marie von Franze, Levi-Strauss y Gore Vidal, entre muchos otros.
Además de estas presencias caracterizadas en el análisis de los mitos, la creación, el inconsciente colectivo y el humor, se ha alimentado de influencias tan opuestas como Frida Kahlo y María Izquierdo; Eva Hesse y Joseph Beuys. Las primeras por ese sentido de no-pertenencia y limbo; los segundos por su concepción crítica y la confección de lugares llenos de víscera.
Dice que lo suyo no es biografía y prefiere que mucho de ella se mantenga en secreto. Sin embargo ofrece claves sobre esos temas en el arte que, como señalaba Borges, son pocos y cada generación tiene que volverlos a decir. Algunos esenciales para la pintora: la muerte física, el amor y la fragilidad de esos universos íntimos donde reina lo aparentemente banal y pequeño pero lleno de monstruos que desafiamos pocas veces.Texto publicado originalmente en La Jornada Semanal (01/septiembre/2002).
Su trabajo tiene qué ver con lugares intuitivos, con la ambigüedad y el misterio, con el decir y ocultar el cuerpo y sus metáforas. Líneas, fluidos y superficies que son piel, conforman el lenguaje pictórico de Magali Lara (DF, 1956) para evocar sensaciones y emociones. Primero quiso ser escritora. Contaba con la presencia literaria de su hermano Hernán y era lectora compulsiva. Pero con la adolescencia y el despertar sexual le llegó una necesidad de movimiento que la tarea escritural no le daba. Quería moverse, deseaba un oficio que la trasladara a un sitio confuso, menos intelectual, ocupado por cuerpo, instintos y presente. La pintura fue ese espacio.
Ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas (UNAM) y como provenía de una familia con ejercicio literario, se inclinó por una especie de cómic que fusionara imagen y texto. Hizo intentos pero finalmente la enseñanza formal no la dejó satisfecha: ni compartía el geometrismo que imperaba en las aulas a fines de los 70 ni le interesaba el enfoque sociológico del arte. Todo en ella apuntaba hacia una exploración poética de la imagen y su nexo con el lenguaje que revela.
Tijeras, casas, troncos, floreros y ramas son elementos que ocupan sus construcciones íntimas, siempre unidas a reflexiones filosóficas sobre el amor, la vulnerabilidad, la seducción y la muerte. Su primera exposición fue en tiempos universitarios y después la obra ha ocupado museos, galerías y casas de cultura en Cuba, Francia, España, Suiza, Estados Unidos, Alemania y México.
Sin atarse a los grupos, participó en Narrativa Visual por la oportunidad que le daba de contar historias con imágenes. Trabajó entonces con Manuel Zavala, Gilda Castillo y Manuel Marín, aprendiendo de la colaboración y la afinidad para producir proyectos. Sin embargo, por la jerarquía de poder que anida en los colectivos, ha disfrutado más el trabajo con otras mujeres que reflexionan, como ella, en torno del mundo cotidiano. Con Carmen Boullosa, María Baranda, Jesusa Rodríguez ha colaborado en libros y espectáculos sobre historias no dichas sobre el cuerpo, la violencia y el erotismo: el amor y sus impedimentos.
Intuitiva antes que reflexiva, admite sin embargo la importancia de tener una claridad conceptual que ayuda a solidificar el poder y la fuerza de las intuiciones. ”Primero es la sensación y la experiencia y luego viene la reflexión y el desciframiento” dice sobre sus pinturas, grabados y dibujos conectados con el pensamiento de Walter Benjamín, Lezama Lima, Guido Ceronetti y Buddha; obra marcada siempre, aunque no directamente, por sus autores nodales: Carl Gustav Jung, Louise Marie von Franze, Levi-Strauss y Gore Vidal, entre muchos otros.
Además de estas presencias caracterizadas en el análisis de los mitos, la creación, el inconsciente colectivo y el humor, se ha alimentado de influencias tan opuestas como Frida Kahlo y María Izquierdo; Eva Hesse y Joseph Beuys. Las primeras por ese sentido de no-pertenencia y limbo; los segundos por su concepción crítica y la confección de lugares llenos de víscera.
Dice que lo suyo no es biografía y prefiere que mucho de ella se mantenga en secreto. Sin embargo ofrece claves sobre esos temas en el arte que, como señalaba Borges, son pocos y cada generación tiene que volverlos a decir. Algunos esenciales para la pintora: la muerte física, el amor y la fragilidad de esos universos íntimos donde reina lo aparentemente banal y pequeño pero lleno de monstruos que desafiamos pocas veces.Texto publicado originalmente en La Jornada Semanal (01/septiembre/2002).