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Trampland

Miércoles, 28 Junio 2017 15:07 Escrito por Daniel Garza Usabiaga

Esta serie de obras de Sofía Echeverri está marcada por un pronunciado interés en el género del paisaje así como por la investigación pictórica. El balance entre estas dos preocupaciones fluctúa en cada pieza. En algunas, el paisaje parece ser el motivo central y es utilizado para realizar una especie de comentario sobre la relación entre espacio natural y las creaciones de la civilización. En otras pinturas, la mayoría de estas, el paisaje aparece en la escena pero como si se situara en un segundo plano; es decir, detrás del ejercicio pictórico que lo fragmenta y lo vuelve parcialmente opaco, alejándolo así del terreno de la estricta figuración y representación realista. Los paisajes, en este grupo de pinturas, no tienen un referente puntual, no están elaborados a partir de un modelo en específico. Las imágenes son representaciones articuladas a través de fragmentos de diversos paisajes, tanto reales como imaginarios. Esta conformación de la imagen parece guardar un paralelismo con la investigación pictórica de Echeverri donde sobresale una fragmentación que vuelve el paisaje en algo altamente sugerente, enigmático y que demanda una nueva atención sobre él.

Dos pinturas de esta serie cuentan con referentes puntuales en su articulación: Trampland I y Trampland VII. La primera representa un espacio industrial abandonado al que se ha desprovisto de su arquitectura para revelar el paisaje que existiría a su alrededor. La segunda sitúa un grupo de fuertes de Maunsell, construidos durante la Segunda Guerra Mundial por el Reino Unido como un medio de protección marítima, dentro de un paisaje montañoso. La distancia temporal entre estas dos piezas dentro de la serie acusa, de manera evidente, el creciente interés por parte de Echeverri en la investigación pictórica. El segundo trabajo, a diferencia del primero, ha sido fragmentado y ha adquirido capas que lo vuelven más complejo y sugerente. Más allá de esta diferencia formal, estas obras coinciden en presentar un tenso enfrentamiento, a través del género del paisaje, entre naturaleza y civilización; tensión que parece acarrear un comentario puntual. En la primera pintura el desperdicio industrial de nuestra civilización se vuelve una masa con la capacidad de inundar la totalidad de la escena natural. En la segunda obra, las construcciones de ingeniería industrial parecen avanzar de manera amenazante por un terreno impoluto, donde pareciera que el hombre aún no ha intervenido en ningún sentido
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