Principio de incertidumbre
Martes, 17 Diciembre 2013 17:16
Escrito por Michael Nungesser
La pintura de Beatriz Ezban es una pintura que necesita, como la artista lo anota, de la percepción de primera mano en una sala de exhibición: "La pintura-pintura debido a su afortunada incapacidad para ser reproducida, se presenta como el otro necesario donde podemos ver reflejada nuestra imperfecta, efímera, única y profunda humanidad”.
Como actividad inmediata, no mecánica, formadora —en el doble sentido de dar formación y dar forma plástica—, la pintura permite modos de expresión individuales, diametralmente opuestos a la producción de imágenes y objetos vía medios masivos, la cual es propia del siglo de la información.
¿Qué vemos en las pinturas de Beatriz Ezban? Que el problema no se refriere solamente a lo representado, sino a la representación misma. Sobre todo, la abundante presencia del plateado reflejante impide un punto de observación definitivo. Diferentes perspectivas hacen aflorar pinturas distintas, según la dirección de la mirada y la incidencia de la luz. La luz, como materia fugaz, es al mismo tiempo la substancia más apreciada, más enoblecida, más estrechamente atada a lo numinoso por el hombre. La inasibilidad del objeto representado, del cual no hay una equivalente en el mundo visible, en un gran número de pinturas se ve aumentada por el descuido de la forma y la estructura de la representación y se sugiere por el movimiento y la energía: corrientes, líneas, vacilación, una inconstancia que se puede fijar en una imagen.
Desprovistos de marco, con su gran formato, no son perforaciones en el espacio sino cuerpos de color con los que el observador entra en relación. Aunque compositivamente no se niega que la superficie dada es finita, las pinturas poseen de raíz una estructura all-over, que las hace parecer fragmento de un todo más grande. Apreciamos colores y grafismos que se convierten en signos: abiertos, cuestionables, misteriosos, polivalentes. Signos de una pintura más allá de la pintura.
Su reflexión en torno a la observación científica de la naturaleza va más allá de la mera apropiación visual y señala en dirección de la cultura y la tecnología, la máquina y lo urbano. Apropiación o análisis, una como otro son tomas de conciencia. Aún las más complejas construcciones de la curiosidad humana proceden del juguete para armar que la naturaleza nos aporta. Empero, se emancipan, forman sistemas propios, y empiezan a volverse contra sus orígenes.
La tecnología ensancha a la naturaleza, la amenaza, la destruye. En las pinturas de Beatriz Ezban, los elementos técnicos encuentran su equivalente en la rígida linealidad de bandas y franjas, en la fragmentación de la representación, en turbulentos tornados, en el blanco o el plateado enceguecedores, que sugieren frío y catástrofe tanto como los temores soterrados. En "Tensión superficial", las rayas atraviesan la reja de espejos a modo de maraña de alambres, y se muestran como grietas en el vidrio y como metáforas de un mundo de fachadas centelleantes que se resquebraja.
En las pinturas de Beatriz Ezban se encuentra lo natural y lo artificial, lo creado y lo diseñado, lo que creció y lo que fue construido. Unos y otros se entretejen, no se dejan disgregar claramente. Así surge una tensión, que alterna entre fascinación y desasosiego; una tensión, que también se plasma en la elección de los medios estéticos. De un lado, elementos gestuales y expresivos; del otro, elementos racionales y equilibradores. Naturaleza y tecnología causan un campo de fuerza dentro del cual tiene lugar nuestra vida. A los efectos que éste tiene sobre el hombre, no en cuanto a su forma de vida y sus costumbres sino en lo relativo a su constitución espiritual y mental, Beatriz Ezban intenta encontrarle imágenes, imágenes que son como signos. Su búsqueda ha rendido una cosecha abundante; la exposición "Principio de incertidumbre" da renovado testimonio de ello.
La pintura de Beatriz Ezban es una pintura que necesita, como la artista lo anota, de la percepción de primera mano en una sala de exhibición: "La pintura-pintura debido a su afortunada incapacidad para ser reproducida, se presenta como el otro necesario donde podemos ver reflejada nuestra imperfecta, efímera, única y profunda humanidad”.
Como actividad inmediata, no mecánica, formadora —en el doble sentido de dar formación y dar forma plástica—, la pintura permite modos de expresión individuales, diametralmente opuestos a la producción de imágenes y objetos vía medios masivos, la cual es propia del siglo de la información.
¿Qué vemos en las pinturas de Beatriz Ezban? Que el problema no se refriere solamente a lo representado, sino a la representación misma. Sobre todo, la abundante presencia del plateado reflejante impide un punto de observación definitivo. Diferentes perspectivas hacen aflorar pinturas distintas, según la dirección de la mirada y la incidencia de la luz. La luz, como materia fugaz, es al mismo tiempo la substancia más apreciada, más enoblecida, más estrechamente atada a lo numinoso por el hombre. La inasibilidad del objeto representado, del cual no hay una equivalente en el mundo visible, en un gran número de pinturas se ve aumentada por el descuido de la forma y la estructura de la representación y se sugiere por el movimiento y la energía: corrientes, líneas, vacilación, una inconstancia que se puede fijar en una imagen.
Desprovistos de marco, con su gran formato, no son perforaciones en el espacio sino cuerpos de color con los que el observador entra en relación. Aunque compositivamente no se niega que la superficie dada es finita, las pinturas poseen de raíz una estructura all-over, que las hace parecer fragmento de un todo más grande. Apreciamos colores y grafismos que se convierten en signos: abiertos, cuestionables, misteriosos, polivalentes. Signos de una pintura más allá de la pintura.
Su reflexión en torno a la observación científica de la naturaleza va más allá de la mera apropiación visual y señala en dirección de la cultura y la tecnología, la máquina y lo urbano. Apropiación o análisis, una como otro son tomas de conciencia. Aún las más complejas construcciones de la curiosidad humana proceden del juguete para armar que la naturaleza nos aporta. Empero, se emancipan, forman sistemas propios, y empiezan a volverse contra sus orígenes.
La tecnología ensancha a la naturaleza, la amenaza, la destruye. En las pinturas de Beatriz Ezban, los elementos técnicos encuentran su equivalente en la rígida linealidad de bandas y franjas, en la fragmentación de la representación, en turbulentos tornados, en el blanco o el plateado enceguecedores, que sugieren frío y catástrofe tanto como los temores soterrados. En "Tensión superficial", las rayas atraviesan la reja de espejos a modo de maraña de alambres, y se muestran como grietas en el vidrio y como metáforas de un mundo de fachadas centelleantes que se resquebraja.
En las pinturas de Beatriz Ezban se encuentra lo natural y lo artificial, lo creado y lo diseñado, lo que creció y lo que fue construido. Unos y otros se entretejen, no se dejan disgregar claramente. Así surge una tensión, que alterna entre fascinación y desasosiego; una tensión, que también se plasma en la elección de los medios estéticos. De un lado, elementos gestuales y expresivos; del otro, elementos racionales y equilibradores. Naturaleza y tecnología causan un campo de fuerza dentro del cual tiene lugar nuestra vida. A los efectos que éste tiene sobre el hombre, no en cuanto a su forma de vida y sus costumbres sino en lo relativo a su constitución espiritual y mental, Beatriz Ezban intenta encontrarle imágenes, imágenes que son como signos. Su búsqueda ha rendido una cosecha abundante; la exposición "Principio de incertidumbre" da renovado testimonio de ello.