Estado de emergencia
Miércoles, 19 Diciembre 2018 14:05
Escrito por MUMA
TESTIMONIOS
Energía, intensidad, memoria que sobrevive. Alessa nació en Tabasco el 20 de mayo de 1988, fue ahí donde dio sus primeros pasos, entre pastos coloridos y grandes ríos donde aprendió de la profundidad. Continuó su camino en aquel sitio colorido hasta los 19 años, cuando decidió echar raíces en la Ciudad de México. Aquí volvió a nacer porque ella nunca murió, el estado transfeminicida se la llevó el 13 de octubre de 2016 a sus 28 años cuando fue encontrada en el Hotel Caleta con signos de estrangulamiento y violencia física. Su transfeminicidio sigue impune y los responsables sin nombre. Fue una defensora de los derechos humanos de las personas trans* trabajadoras sexuales, una puta feminista orgullosa de su labor y su apuesta política vinculada a la crítica de la política pública mexicana. ¡Su canto no ha cesado, ella vive en nosotras! ¡Justicia por Alessa!
PUNTOS DE DOLOR Y RESILIENCIA EN LA CIUDAD DE MÉXICO
11-14 DE NOVIEMBRE
Estado de emergencia fue un proyecto coordinado por Lorena Wolffer (México) en colaboración con María Laura Rosa (Argentina) y Jennifer Tyburczy (Estados Unidos) para el Centro Nacional de las Artes y el Centro de Cultura Digital en torno a la violenta realidad que vivimos las mujeres cis y trans en la Ciudad de México y el resto del país, donde nuestras vidas y cuerpos ya son desechables. Pensado desde una cartografía de feminicidios y transfeminicidios en la ciudad (que se extiende sobre dos instancias gubernamentales encargadas de atender y erradicar dichas violencias), Estado de emergencia se llevó a cabo en cuatro sitios que buscamos resignificar como espacios de resiliencia y resistencia política. Cada uno fue intervenido por una artista o colectiva y alojó una sala pública en la que dialogamos sobre lo ocurrido ahí para proponer acciones puntuales que transformen nuestra realidad y garanticen la no repetición. Desde el reconocimiento y la celebración de nuestras diferencias, juntxs buscamos desmontar las violencias todas —tanto al interior de nuestras instituciones, comunidades, movimientos, familias, escuelas e iglesias como dentro de nosotrxs mismxs—, a la vez que señalamos la impunidad, la corrupción, las inacciones y los silencios. Todxs tenemos derecho a una vida digna de ser vivida. Ayer, hoy y mañana, ¡ni una menos, ni una más! ¡Vivas nos queremos!
TESTIMONIOS
Energía, intensidad, memoria que sobrevive. Alessa nació en Tabasco el 20 de mayo de 1988, fue ahí donde dio sus primeros pasos, entre pastos coloridos y grandes ríos donde aprendió de la profundidad. Continuó su camino en aquel sitio colorido hasta los 19 años, cuando decidió echar raíces en la Ciudad de México. Aquí volvió a nacer porque ella nunca murió, el estado transfeminicida se la llevó el 13 de octubre de 2016 a sus 28 años cuando fue encontrada en el Hotel Caleta con signos de estrangulamiento y violencia física. Su transfeminicidio sigue impune y los responsables sin nombre. Fue una defensora de los derechos humanos de las personas trans* trabajadoras sexuales, una puta feminista orgullosa de su labor y su apuesta política vinculada a la crítica de la política pública mexicana. ¡Su canto no ha cesado, ella vive en nosotras! ¡Justicia por Alessa!
Lia García
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Lesvy mi hija, una chica joven como tantas, que aman la vida, que tienen planes, sueños y retos, fue asesinada en la Ciudad Universitaria la madrugada del 3 de mayo de 2017 por su novio Jorge Luis González Hernández, quien la estranguló en una cabina telefónica, atando a su cuello un cable de teléfono y tirando de él. Su cuerpo sin vida presentaba lesiones infamantes, básicamente en el rostro, y se comprobó además que existían datos de violencia previa. No ha habido justicia para Lesvy: desde un inicio se le culpó de su propia muerte asumiendo el suicidio como hecho probado y se le revictimizó tomando como verdad absoluta el dicho del feminicida. Un ¡Basta! fue necesario, así como cientos de reclamos públicos de justicia por parte de la sociedad civil, encabezados principalmente por jóvenes mujeres feministas, que han logrado que el hecho se esté investigando como feminicidio agravado. A ellas, a ustedes, a todxs los que creyeron en un cuerpo, un ser femenino; lastimado, vulnerado, violentado... nuestro cariño y gratitud por acompañarnos en esta búsqueda de verdad y justicia. ¡Ni una más, nunca más!
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Lesvy mi hija, una chica joven como tantas, que aman la vida, que tienen planes, sueños y retos, fue asesinada en la Ciudad Universitaria la madrugada del 3 de mayo de 2017 por su novio Jorge Luis González Hernández, quien la estranguló en una cabina telefónica, atando a su cuello un cable de teléfono y tirando de él. Su cuerpo sin vida presentaba lesiones infamantes, básicamente en el rostro, y se comprobó además que existían datos de violencia previa. No ha habido justicia para Lesvy: desde un inicio se le culpó de su propia muerte asumiendo el suicidio como hecho probado y se le revictimizó tomando como verdad absoluta el dicho del feminicida. Un ¡Basta! fue necesario, así como cientos de reclamos públicos de justicia por parte de la sociedad civil, encabezados principalmente por jóvenes mujeres feministas, que han logrado que el hecho se esté investigando como feminicidio agravado. A ellas, a ustedes, a todxs los que creyeron en un cuerpo, un ser femenino; lastimado, vulnerado, violentado... nuestro cariño y gratitud por acompañarnos en esta búsqueda de verdad y justicia. ¡Ni una más, nunca más!
Araceli Osorio Martínez, madre de Lesvy Berlín.
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Conocí a Paola cuando llegó a la CDMX, era de Chiapas y se vino porque sufría violencia de género por parte de su familia; cuando sus papás la abandonaron decidió asumir su identidad de mujer y emigrar aquí. Estaba muy clavada en el alcohol por todo lo que venía arrastrando y me pareció fácil decirle que se fuera a trabajar a Puente de Alvarado, donde me tienen como líder. El 30 de septiembre de 2016 llegó el coche del sujeto, yo le dije que no pero Paola cruzó unas palabras con él y nos dijo ”ya me voy a trabajar”. Se subió al carro y avanzó como veinte metros cuando empezó a gritarme. Corrí al vehículo y vi cómo le disparaba a quemarropa, tres balazos, y después me apuntó a mí pero el arma se encasquilló. Fue detenido con el arma en la mano pero lo dejaron ir a las siete horas. Estamos en busca de la orden de reaprehensión, aunque se giró a los ocho días de dejarlo libre, no lo han logrado capturar. El sistema de procuración de justicia está muy dañado, no hay un protocolo de atención para los crímenes de odio en esta ciudad, no hay una atención adecuada para las víctimas directas, indirectas o simplemente para los testigos.
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Conocí a Paola cuando llegó a la CDMX, era de Chiapas y se vino porque sufría violencia de género por parte de su familia; cuando sus papás la abandonaron decidió asumir su identidad de mujer y emigrar aquí. Estaba muy clavada en el alcohol por todo lo que venía arrastrando y me pareció fácil decirle que se fuera a trabajar a Puente de Alvarado, donde me tienen como líder. El 30 de septiembre de 2016 llegó el coche del sujeto, yo le dije que no pero Paola cruzó unas palabras con él y nos dijo ”ya me voy a trabajar”. Se subió al carro y avanzó como veinte metros cuando empezó a gritarme. Corrí al vehículo y vi cómo le disparaba a quemarropa, tres balazos, y después me apuntó a mí pero el arma se encasquilló. Fue detenido con el arma en la mano pero lo dejaron ir a las siete horas. Estamos en busca de la orden de reaprehensión, aunque se giró a los ocho días de dejarlo libre, no lo han logrado capturar. El sistema de procuración de justicia está muy dañado, no hay un protocolo de atención para los crímenes de odio en esta ciudad, no hay una atención adecuada para las víctimas directas, indirectas o simplemente para los testigos.
Kenya Cuevas