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El guiño de un ojo sin parpados

Martes, 17 Diciembre 2013 22:04 Escrito por Alberto RUY-SÁNCHEZ

La dulce paradoja del arte de Rosa Borrás
La obra de Rosa Borrás admite ser contemplada por horas y horas sin que me pueda cansar. Está hecha de una sencillez sensual que acoge a la mirada con una sonrisa amable y cómplice a la vez. No sé cuánto he pasado frente a sus dibujos, fotografías y acuarelas sin sentir que el tiempo se me va. Admirándolas tan sólo, de la misma manera con la que se mira al mar. Ejercen sobre mí y sobre muchos otros una suerte de hipnósis, de atención prisionera, de fijación callada. Y además, de enigma. Cuando ya cerramos los ojos quedan pegadas por dentro a los párpados, me siguen visitando, cuestionando y dejándose admirar. Me habitan de una manera tenaz.

¿Cómo es posible que tal sencillez pueda atraparnos así? ¿Qué hay en estas imágenes depuradas que no obstante nos pueden quitar el sueño? Primera clave probable que me salta a la vista: sus obras funcionan por series. La sencillez de cada una, al multiplicarse, se convierte en sistema más o menos complejo, en lenguaje, en un mecanismo cordial: se convierte en una realidad aparte con sus leyes propias y sus luchas y articulaciones y argumentos. Eso justo sucede en la serie y no necesariamente en un sólo dibujo o acuarela. La serie en ella, en su obra, no suma, multiplica a la N potencia lo que nos muestra hasta que sucede una revelación: cada imagen se vuelve metáfora del conjunto. Su sencillez queda marcada por algo que está mucho más allá de sus límites materiales. Se vuelve inestable y expansiva. La extrema sencillez del principio nos deja con la impresión de que está a punto de estallar.

Segunda clave, esa misma dinámica dentro de cada serie de su obra comienza a funcionar para el conjunto de sus series. Y estamos entonces frente a una obra que se muestra madura y compleja a pesar, de nuevo, de su aparente sencillez individual. Su mundo es el de la abstracción en gran parte y su autonomía con respecto a la realidad es enorme. Sin embargo, surgen aquí y allá destellos de referencias que aumentan la sensación de representación fugaz pero representación a final de cuentas.

Así surge la tercera clave de esta lectura de sus dibujos, acuarelas y grabados: el fabuloso sistema expansivo e inestable que Rosa ha puesto en marcha de pronto pasa por puntos de clara referencia a la verticalidad de los órganos sexuales tanto masculinos como femeninos que parecen inspirar manchas, líneas, cuerpos de órganos hipersexuados. Así, esto es completamente coherente con la operación de visión erótica que Rosa ha hecho con frutas y vegetales haciéndolos ir de un muy cercano hiperealismo a la intensidad de una metáfora de apetitoso órgano sexual. Más intensa porque no es un órgano sino su simulacro frutal. La naturaleza vuelta pensamiento caliente, convertida en afirmación vital.

El arte de Rosá Borrás sorprende siempre porque ella ha elegido como estrategia creativa acceder a la máxima intensidad a través de la mínima elocuencia. Nada de aspavientos, pura efectividad.

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