Pintando la imagen-movimiento
En estas pinturas aparezco yo como espectadora, o bien, otros públicos imaginarios, que funcionan para distinguir las dos dimensiones que siempre aparecen yuxtapuestas en mis cuadros: la de los videos pintados (una representación de otra representación) y la de los modelos reales (que son una representación tradicional de la realidad).
Las imágenes en movimiento son recreadas a mi manera; en ningún momento busco la descripción mimética de las imágenes en movimiento; me centro más en las diversas sensaciones que me producen y de hecho a veces aunque sea de forma breve me interesa alterar su estabilidad por medio de cambios de colores que puedo acentuar o de líneas que interfieren y distorsionan o alargan parcialmente las imágenes. Mi pintura relativiza así la “estabilidad”, los “bordes” y la “definición” de las imágenes.
Así, considerando que la traducción de una imagen tecnológica a una imagen pictórica es ya una distorsión, puede afirmarse que manejo diversos grados de distorsión, según el diálogo que sostenga con cada imagen (con cada modelo).
Este margen de “distorsión” es el que genera la posibilidad de creación.
Para mí, la imagen-movimiento resulta mucho más verídica que la imagen única, ya que nuestra relación con el mundo siempre está determinada por el movimiento. Una mirada fija miente, digamos a manera de ejemplo, mientras que unos ojos que parpadean, son más reales. Mis imágenes tienen al lado la memoria inmediata de lo que acaban de ser, del instante que las antecede en un acontecer lógico. Es más real un modelo que está en su devenir temporal, que un modelo que sólo nos entrega un instante único en su representación ficticia.