El discurso de género en las artes visuales, una nueva expresión de la cultura femenina
-- En los 70 y 80 las artistas desafiaron convencionalismos temáticos en el arte de mujeres
-- Tocaron temas subversivos: erotismo femenino, sexualidad, despenalización del aborto, doble jornada...
Es incuestionable que en México, la conformación de una nueva cultura femenina, se gestó a raíz de la influencia que ejerció el denominado feminismo de la nueva ola de los años setenta.
En el ámbito de la plástica, la representación visual de esta nueva cultura se puede apreciar en la obra de artistas como Magali Lara, Mónica Mayer, Maris Bustamante, Lourdes Grobet, Rowena Morales, Carla Rippey, Nunik Sauret, entre otras, quiénes además de los grupos de artistas feministas Tlacuilas y Retrateras, Polvo de Gallina Negra y Bio-arte, introdujeron un discurso de género en el arte, inédito hasta entonces en el contexto de la producción artística femenina de mediados de los setenta y principios de los ochenta, que desafió los convencionalismos temáticos en el arte de mujeres.
En esta perspectiva, la obra de las artistas cuya autoconciencia de género reflejó el impacto cultural del feminismo en la plástica, deviene en un testimonio visual y social muy interesante, en tanto que representa los antecedentes de la emergencia de un arte de mujeres en México con conciencia de género, que merece ser evaluado en su justa dimensión histórica.
Mediante un discurso visual que cuestionaba a través del arte los valores de género de la cultura dominante, las artistas plantearon los más controvertidos aspectos de la condición femenina con temas que resultaban francamente subversivos para la época como el erotismo femenino, la sexualidad, la despenalización del aborto, la violación, la pornografía, la alienación del trabajo doméstico, la doble jornada de trabajo, los estereotipos femeninos difundidos en los medios de comunicación, la violencia urbana hacia las mujeres, la teoría freudiana de la envidia del pene, la desacralización de los iconos religiosos, los diferentes momentos que marcan la identidad genérica de la mujer dentro de la sociedad patriarcal, como la maternidad o la fiesta de quince años, por citar algunos.
Así por ejemplo, en la exposición intitulada Silencios, vírgenes y otros temas feministas, que presentó Mónica Mayer en el Instituto Anglo Mexicano de Cultura el año de 1980, los organizadores censuraron varias de las obras. En su texto visual, Mónica Mayer intervino el icono de la Virgen de la Dolorosa, a partir de diversas imágenes en fotocopia en las que aparecía una suástica nazi y una cruz cristiana en color rojo, sobre el rostro de la Virgen, además de tener escrita en la parte inferior la palabra en inglés ¡rape!. Otra de las obras, mostraba la imagen de la Dolorosa sobre una caja de limosnas, con una cadena y un falo. Nuestra señora de la opresión, es el título de la obra que representa el icono de una Virgen, que a su vez, muestra a una mujer masturbándose sobre un enorme falo.
En su enérgico discurso feminista, Mayer arremete contra el arquetipo de la Virgen, para cuestionar los valores teológico-patriarcales del cristianismo, que exaltan a la mujer sufrida y desexualizada, transgrediendo así el tabú religioso de que los iconos sagrados son intocables e incuestionables.
La crítica a la teoría freudiana de la envidia del pene, fue una audaz propuesta visual que la artista Maris Bustamante, abordó en el performance intitulado ¡Caliente-Caliente!, el año de 1982, en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México.
En este evento, Maris Bustamante planteó un agudo cuestionamiento sobre los postulados psicoanalíticos desarrollados por Sigmund Freud, en su teoría clásica de la feminidad, en donde elabora los conceptos de castración y su concomitante envidia del pene, para explicar cómo se da la adquisición de la "feminidad". Para ello, Bustamante utilizó unos gruesos anteojos negros y la figura hiperbolizada de un falo que se colocó sobre la nariz, para representar con hilarante sarcasmo su interpretación visual sobre el complejo de la envidia del pene fabricado por la cultura hegemónica.
Discurso que puede leerse como una alegoría a la teoría freudiana, eminentemente falogocéntrica y como una metáfora de la sociedad patriarcal. A través de la sinécdoque del pene, Bustamante logra resaltar el "falo" como el significante por antonomasia del privilegio del poder del varón en la sociedad falocéntrica. La connotación que adquiere el falo no es la de un órgano, sino como un portador de significados conferidos al pene, en suma, el falo como un objeto simbólico, que conlleva entre otros, el significado de dominación de los hombres sobre las mujeres.
A principios de la década de los ochenta, la artista Lourdes Grobet utilizó la fotografía como documento social para plasmar mediante una serie de imágenes de "luchadoras", su discurso de género sobre la condición femenina. Así por ejemplo, en la obra que lleva como título La doble lucha, Lourdes Grobet, muestra a una mujer que porta un mandil y una máscara de luchadora, dando el biberón a su bebé.
En su alegoría de la doble jornada de trabajo, Grobet denunció a través de sus luchadoras, la jornada privada de trabajo reproductivo que realizan las mujeres en el ámbito doméstico, como una obligación que la sociedad patriarcal les ha impuesto en función de su sexo, actividad que se constituye en un trabajo socialmente no reconocido y por lo tanto no remunerado. Faena doméstica que aunada a la jornada pública de trabajo productivo, asalariado, bajo contrato, desempeñada en un espacio destinado para su ejecución, como la fábrica, la milpa, la oficina, el comercio, representa la situación de opresión que vive la mujer en la cultura dominante.
El tema de la sexualidad femenina lo abordó Mónica Mayer, en la primera exposición denominada de arte feminista, intitulada Collage íntimo, efectuada en la Casa del Lago de la ciudad de México, el año de 1977; exposición en la que también participaron las artistas Rosalba Huerta y Lucy Santiago.
La obra que llevó como título A veces me dan miedo mis pensamientos, mis fantasías, de Mónica Mayer, llamó mucho la atención del público que asistió a la exhibición. La obra, realizada en técnica mixta, consistía en un cuadro cubierto por unas cortinas que al recorrerse descubrían el rostro de una mujer de la nariz hacia arriba, que en la parte superior tenía las imágenes de un falo erecto y un pubis, dentro de un gran óvalo en relieve, que a su vez representaba una vagina.
La inquietud de las artistas por abordar temas como el erotismo y la sexualidad, se repitió en otras exposiciones. Ejemplo de ello fue la instalación colectiva que realizaron Rowena Morales, Maris Bustamante, Adriana Slemenson, Mónica Mayer y Magali Lara, como participantes del Foro de la Mujer, dentro del Festival de Oposición organizado por el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el año de 1982.
Las artistas eligieron la cama como un objeto simbólico en el que cada una expresó su visión sobre la sexualidad.
Sin duda una de las artistas más conspicuas, que ha realizado obra eminentemente erótica, es Nunik Sauret, excelente grabadora que en la década de los setenta se atrevió romper con los tabúes temáticos en la plástica de mujeres, al recrear en su narrativa visual la voluptuosa dimensión del erotismo femenino.
En este contexto, la obra de las artistas antes mencionadas constituye apenas un ejemplo de la producción de las creadoras que a mediados de la década de los setenta y principios de los ochenta, inauguraron un discurso de género en el arte de mujeres en México, que reflejó el espíritu cultural de una época marcada por el feminismo, así como la emergencia de una nueva cultura femenina en las artes visuales.
Más aún, al abordar las artistas discursos visuales con temáticas de género, subvirtieron el discurso de la representación de la cultura hegemónica, a la vez que emprendieron el lento proceso vindicatorio del derecho de las mujeres artistas a la autorrepresentación, a partir de una mirada propia de su alteridad subjetiva, plasmada a través del arte.
Texto en Creatividad feminista