El libro 'Arte y feminismo. 7 años de goce y encuentro' es parte de la celebración y testimonio de la creación del MUMA.

 por Natalia Eguiluz

Muchos son los debates que suscita la pertinencia de construir un Museo de Mujeres Artistas Mexicanas en la actualidad, sé de artistas que se preguntan si es necesario crear espacios a partir de la identidad sexo-genérica. Ello, a pesar de que es un hecho que la desigualdad de género persiste en todos los ámbitos de la vida social, política y económica, y por consiguiente, también en el sector cultural artístico, misma que se refleja en la dificultad que tenemos las artistas -más allá del tipo de producción artística que realicemos- para financiar y difundir nuestro trabajo.

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Desaparecida. Natalia Eguiluz

El discurso hegemónico sobre lo que entendemos por arte subsiste: aún se piensa de manera común que el arte es políticamente neutro y se concibe al artista como un ser desclasado, sin género, ni conexión con nada, como bien lo ha afirmado la feminista y académica Eli Bartra1

Hoy en día a muchos y muchas, les cuesta trabajo entender, aceptar y potenciar un esfuerzo que desde el arte reconozca y cuestione abiertamente la desigualdad de género que existe en el campo de las artes, que visibilice y teorice sobre la creación de las mujeres.

El MUMA, desde mi punto de vista, es una acción necesaria y puesta en marcha de manera solidaria e independiente, es una muestra de sororidad iniciada por la feminista y fotógrafa Lucero González, pero producto de la lucha y la convicción de muchas mujeres que como ella, han venido dando la batalla por el reconocimiento, la visibilización y la valoración del trabajo de las mujeres en la sociedad y en el campo de las artes.

El MUMA, no reúne la obra de mujeres artistas mexicanas por ocurrencia, la iniciativa parte del reconocimiento de las condiciones de desigualdad en la que se encuentran las mujeres en el ámbito de las artes visuales, y desde esta perspectiva crítica, feminista, abre espacios para visibilizar lo que crean, lo que piensan y cómo expresan las mujeres dedicadas a este campo en nuestro país: generación de encuentros que permiten explorar distintas visiones sobre lo que acontece y cómo se mira la producción artística de mujeres a través de las distintas curadurías que se han realizado en estos 7 años, o por medio de la socialización, la reflexión y el diálogo sobre distintos temas a través de la organización de mesas redondas, conversatorios y del espacio de consulta.

En esa línea es que en este libro se presentan tres textos escritos por artistas que a su vez han desplegado reflexiones serias sobre el quehacer artístico y el género, mismos que hilvanan 3 aspectos, inmiscuidos en la misma concepción de lo que es el MUMA: 1- la Identidad sexo-genérica, 2- el género y sus conflictividades, y 3- las posibilidades del arte para el cambio social. Desde mi punto de vista, resulta significativo que el primer ensayo que aparece en el libro, nos hable sobre la maternidad. Tema relevante en cuanto a la condición de las mujeres en sí, (pues muchas veces se reduce el ser mujer a ser madre) y también en su relación al arte en el contexto del androcentrismo imperante en la sociedad y en el campo, lo cual ha sido cuestionado desde hace varias décadas por las feministas. La idea de artista como creador individual, autónomo se asocia como algo propio de lo concebido como masculino, y por lo tanto, excluyente de las mujeres.

Recuerdo el texto de Mónica Mayer titulado “De la vida y el arte como feminista”2 en el cual comentaba que en su época de estudiante en la ENAP, se sorprendió al conocer que sus compañeros de clase pensaban que las mujeres no podían ser tan buenas artistas como los hombres por cuestiones biológicas, ya que la creatividad de las mujeres sólo se encauzaba a la maternidad. Eso fue hace ya algún tiempo, sin embargo, cuando yo cursé la licenciatura en artes plásticas en La Esmeralda -hablamos de finales de los noventa principios de los 2000- también me topé con una idea similar: “Las mujeres no pueden llegar a la genialidad, porque son madres” me dijo un  maestro… nada o muy poco se hablaba en la escuela de la división sexual del trabajo, ni de cómo se han perpetuado discursos sexistas, clasistas y racistas en la concepción misma de la Historia del arte con mayúscula.

Magali Lara en cambio, lejos de abonar al discurso misógino y androcéntrico de la cultura patriarcal, en su ensayo, busca aportar a través del trabajo de artistas de diversas generaciones que usan el cuerpo materno como territorio conflictivo para lograr cierta autonomía o para construir comunidad, una visión que parte de intentar extender ese territorio más allá del ser hombre o mujer para reflexionar sobre la individualidad versus comunidad. El texto debo decir que a mí me remite a la cuestión de la diferencia sexual, a los cuerpos de las mujeres, a su especificidad reproductiva en el orden social, simbólico, con sus matices y conflictos, desde lo vivencial.

Me remite también, al derecho de hablar desde nosotras mismas, a reapropiarnos de nuestros cuerpos, y del discurso de la maternidad, a hablar en primera persona desde nuestras inconformidades, reclamos, conflictos, dolores, afectos, amores y celebraciones. Y así lo hace Magali Lara, ella plasma desde un texto íntimo, cercano, personal, la capacidad de lo común, el lazo afectivo emocional, de vida y de muerte, el territorio en conflicto de la identidad, del ser para sí misma y a la vez para la otra, para el otro y así de generar y construirse en comunidad.

Los debates del feminismo de la diferencia y la igualdad en el tema de la maternidad son complejos. Lo cierto es que muchas luchas se han librado para que las mujeres hayamos sido reconocidas dentro de la categoría de seres humanos, y poco a poco tengamos los mismos derechos que los hombres, pero también incluyendo el reconocimiento y respeto de nuestras especificidades, de nuestras diferencias.

Al mismo tiempo, el debate ha ido modificándose y encontramos en los discursos posmodernos un cuestionamiento tanto de las dicotomías, como de los discursos duros sobre la identidad, lo cual involucra por supuesto a las identidades sexo-genéricas como bien lo refleja Lorena Wolffer en su texto “Géneros-fluidos” y el trabajo de las artistas a las que hace referencia; planteando múltiples interrogantes sobre el género, la diversidad de identidades de género, la propuesta queer y la cuestión de la heteronormatividad, así como algunos ejemplos de distintos contextos, leyes, etc. que se han dado en los últimos años en materia de género y ciudadanía. Pero también remarca la situación de violencia a la que las mujeres nos enfrentamos en nuestro país.

En estos Géneros-fluidos contemporáneos de los que habla Wolffer nos lanza la pregunta sobre si aún queremos o nos sirve el marcador mujeres para definirnos, y nos invita a que cada una de nosotras la responda. Yo me pregunto, si ya no nos sirve definirnos como mujeres, ¿el feminismo tendría razón de ser en la actualidad?, Una propuesta como el MUMA cuyo engarce es la identidad sexo-genérica como mujeres ¿es pertinente? Una ley de paridad de género en la cámara de diputados ¿nos sirve?

Alrededor o cuando menos aproximadamente la mitad de la población mundial es de sexo femenino, y como mencioné, mucho ha costado el reconocimiento de la existencia de las mujeres como seres humanas. Bajo el androcentrismo predominante y la misoginia que prevalece, me pregunto, si en nuestro país se está alcanzando a visibilizar y problematizar a nivel discursivo, en leyes, etc. la existencia de las mujeres y la desigualdad por cuestión de género, ¿por qué ahora reflexionamos sobre si debemos nombrarnos como tales?

Desnombrarnos como mujeres cuando existen: feminicidios, encarceladas por abortar, la desigualdad en el reparto del trabajo doméstico, y de salarios, el tráfico y la esclavitud sexual que involucra en grandes porcentajes a mujeres y a niñas, la mortalidad materna, la renta de mujeres como vientres de alquiler…Omitir, borrar la diferencia sexual, ¿no es acaso taparse con el manto de la supuesta neutralidad, disfraz de una cultura androcentrista?

Definitivamente son varias las interrogantes, yo por mi parte, sí me afirmo como mujer: las mujeres existimos.

Ahora bien, en el tercer texto que comprende el libro, Ana Quiroz aborda la relación entre arte y política, en él nos brinda un proceso de reflexión histórico desde América Latina para después enfocarse en México y más detalladamente en las aportaciones de algunas artistas de diversas generaciones. Ana plantea que existe un impacto de las crisis sociales y políticas en las manifestaciones artísticas; y en algún momento del texto sale a colación la pregunta sobre si usamos el arte para hacer política o temas políticos para hacer arte, y afirma que esto último es lo que se da de manera más frecuente en el arte contemporáneo.

Su texto gira en torno a la idea de que el arte siempre es político: coincido, siempre tomamos una posición tanto frente a la realidad, como hacia los discursos teóricos dominantes en el campo de las artes. Pienso que el arte puede colaborar en la perpetuación de un orden social injusto, o bien, ayudar a transformarlo. Si echamos una mirada a la situación actual en nuestro país y en el mundo: la aberrante profundización de la desigualdad, la mercantilización de la vida, el saqueo, y el deterioro medioambiental que ha traído el sistema capitalista neoliberal, podríamos decir que las condiciones objetivas están dadas para que haya un cambio de sistema. Sin embargo, no es así: la desigualdad está normalizada, y la cultura es un campo estratégico en donde se libran las batallas por el poder de definir e imponer significados acerca de cómo vemos el mundo. Al final es el campo que trata la producción de sentido, el poder de definir lo que realmente nos importa en la vida, el sentido que le damos a nuestra existencia.

Antonio Gramsci hablaba de la importancia de la acción de los sujetos en la construcción de una contrahegemonía que resulte en alianzas y que proponga una interpretación crítica de las condiciones de vida, de la desigualdad e injusticia que genera el sistema capitalista, que permita una revolución de mayor alcance que implique no sólo la toma del poder, sino una nueva concepción de la cultura, entendida como la manera en que las personas se comprenden a sí mismas y a los demás. El arte como parte de ese campo, creo que puede hacer mucho por colaborar en cuestionar y socializar las problemáticas de las que los de arriba no quieren que hablemos.

En tiempos de despojo real de derechos, del indignante aumento de la pobreza, de ataque contra las luchas de resistencia y emancipatorias, de censuras, de saqueo, de desapariciones, de violencia, de muerte, como por los que atraviesa nuestro país, yo deseo, de verdad, que nos alcancen nuestras convicciones e imaginación para lograr construir un cambio de largo aliento… Celebro que exista este museo y el libro que da testimonio de las reflexiones que en su interior se debaten.

Muchas gracias por la invitación y por compartir este espacio.


1 Eli Bartra, (2003). Frida Kahlo, mujer, ideología y arte, Barcelona, Ed. Icaria, 3ª edición, 117 pp.
2 Mónica Mayer, (2007). “De la vida y el arte como feminista” en Nora Nínive García, Márgara Millán, Cynthia Pech (coords). Cartografías del feminismo mexicano, 1970-2000, México, UACM, 2007, pp.337-397.