Triques, Triquis, Trikis, Drikis ó Nanj nï’ïn ENTRE LA IMPOSICIÓN Y LO PROPIO
¿Cuál de las palabras que titulan este escrito será la que nos parece correcta para definirnos?
A mi también me ha inconformado no tener una buena definición, pero cuando la encontré en un concepto que nos heredaron los viejos, las abuelas y abuelos, la confianza que ellos se dieron también la tomé para mi; por lo cual, permíteme compartir contigo, estimado lector, cómo llegué a esa conclusión. Más bien, cómo descubrí la herencia. Te platico:
Cuando uno nace y crece en cualquiera de nuestras comunidades de repente nos damos cuenta que la gente diferente a nosotros nos llama triques o triquis. Bueno así escuché que decían cuando era chavo y no le di importancia; creo que los demás habitantes de la región tampoco.
Pero resulta que un día de hace varios años, tal vez mediados de los setenta del siglo pasado, acompañé a mi papá Marcos Sandoval Santiago, a visitar a un amigo en la ciudad de Oaxaca. Estábamos en la sala de su casa platicando cuando entró corriendo su hija, una niña de 10 años más o menos, y le dijo a nuestro amigo:
-Papá, a mi bicicleta le falta un pedal.
Don Pepe, que así se llamaba nuestro amigo, un poco molesto por la forma como su hija entró a interrumpir la plática, le contestó:
- Hija, no interrumpas y busca el pedal en el cuarto de los triques.
Recapacitando en la palabra que había usado volteó a mirarnos y con voz apenada nos dijo:
- No lo tomen a mal, es que así le llamamos a las cosas que ya no usamos.
Mi papá un poco sonriente le dijo que no se preocupara y la plática siguió hasta que nos despedimos. Ya caminando en la calle después de pensarlo un rato dijo:
- ¿Te das cuenta del significado de la palabra trique y por qué será que nos dicen así?
Haberse enterado del significado de la palabra trique, puso a pensar a mi papá. Pasado un tiempo empezó a decir que nosotros no somos triques, no somos trebejos, no somos cosas que ya no se usan pero que tampoco se tiran a la basura. Lo que pasó, decía, es que cuando llegaron los gui stna’ajan, los españoles, nosotros nos llamábamos driki’ o riki’, que quiere decir dueño, autoridad, dios, ser supremo. Pero como los invasores no lo podían pronunciar y menos les gustaba el significado, entonces nos llamaron triques en una forma despectiva por la discriminación y racismo que hacían contra los indígenas, como lo hicieron con los demás pueblos indios para someterlos. Así se empezó a promover que la gente de fuera nos reconociera como drikis no triques o triquis, por ello algunos investigadores aún se refieren a nosotros con esa palabra.
Por esos años fue cuando la Secretaría de la Reforma Agraria creó los consejos supremos en todo el país y en un congreso de autoridades de la región nombraron a mi papá como presidente. Posteriormente se creó un Consejo Supremo en Copala, cuyo presidente fue Antonio Ramírez Flores. Para que pudieran existir dos consejos supremos en un mismo pueblo indígena, acordaron que la parte alta se llamaría Driki y la parte baja Triqui, palabra que por esos años el MULT (Movimiento de Unificación y Lucha Triqui) había incorporado a su nombre desde su fundación.
Con la inconformidad por la palabra trique, empezamos a buscar pensando en que a lo mejor había una coincidencia en significados diferentes contenidos en una sola palabra. Esperábamos que así como algunos nombres de nuestros pueblos son de origen náhuatl como Chicahuaxtla, Copala, Xochixtlán, o mixteco como Itunyoso o Yosonduchi, también la palabra trique o triqui fuera de ese origen. Pero al parecer no es así; es una palabra del español con un significado peyorativo y discriminador hacia nosotros. Esto se puede corroborar mirando cualquier diccionario.
Algunos documentos antiguos que hemos visto se refieren a esta palabra como trique, no triqui, pero en los años recientes se ha ido reconociendo más como triqui. Creo que una de las razones se debe a que nuestros hermanos de Copala, sobre todo los de MULT, han difundido mucho esta palabra en sus movilizaciones de lucha reivindicativa: ellos le han dado un sustento. Así mismo, hay diferentes organizaciones que en los últimos años la han tomado: Ubisort, Multi y en la zona alta está CATA, Consejo de Autoridades de la Triqui Alta y la UCT (Unión de Comunidades Triquis), entre otras.
No hace mucho, platicando con Juan Domingo, quien es uno de los fundadores del MULT, decía que para ellos lo correcto es llamarnos triquis porque quiere decir tri, tres y qui, pueblo, por lo que se refiere a los tres pueblos principales: Copala, Chicahuaxtla e Itunyoso, y también se refiere a tres montañas, tres variantes de la lengua y de los huipiles. Es de reconocer que seguramente ellos, tomando conciencia del significado de la palabra trique y para cambiarla, han dicho somos triquis; lo cual es válido pues resulta una respuesta a la discriminación.
Ponerse a pensar en este asunto lo lleva a uno a buscar diferentes aspectos. Otra pregunta que es común hacerse es cuándo y dónde decidieron llamarnos triques. Sabemos que en algún tiempo de la historia de nuestro país, tal vez en la Colonia, nos llamaron así. Y es un nombre que decidieron darnos no en la región sino que seguramente empezó en la ciudad de México o Oaxaca. Esta información seguramente la encontrarán los jóvenes de nuestras comunidades que ahora estudian Ciencias Sociales en documentos existentes en acervos, ya sea el Archivo General de la Nación, en el archivo del Estado o el de Teposcolula. Entonces nos acercaremos más a conocer esa información.
Para mí, una probabilidad de saber quiénes decidieron llamarnos triques fue buscar en las poblaciones alrededor de nuestra región. De alguna manera lo encontré cuando pregunté en los lugares mestizos entorno al nuestro. Hace unos 30 años pregunté a la gente grande en Putla, Constancia del Rosario, Llano de San Vicente, La Hacienda, Juxtlahuaca y Tlaxiaco, si ellos nos llamaban triques o triquis. Las respuestas que en general encontré fue que tanto en Putla y Juxtlahuaca le decían a la gente de Copala, los copalas, los inditos, los naturalitos; a los de Chicahuaxtla, nos decían lo mismo y cambiaban copalas por chicahuaxtlas, comepiojos, matones; así también en Tlaxiaco.
Mientras, a nuestros paisanos de Itunyoso, además de lo anterior les decían tuyosos y digüinas, pero casi no había referencia a la palabra triquis. Actualmente ya se ha vuelto común esta palabra para referirse a nosotros por la difusión que se hace.
Esta búsqueda también se ha hecho en documentos, los más viejos a los que he tenido acceso usan la palabra trique. Esto no quiere decir que he leído muchos, así que falta mucha investigación documental. Algunos investigadores toman la definición de trique de un señor que se llamó Cayetano Esteva, quien entregó en 1890 al historiador Martínez Gracida, un escrito que se llama Civilización Trique, en donde habla de nuestros orígenes. Allí anota palabras con su significado en español y en lo que toca al motivo de este escrito, dice que nosotros nos llamamos triques porque la mayoría de las palabras de nuestra lengua empiezan con las silabas tri, tre, y al igual que yo, tú, estimado lector revisas nuestra lengua y no vas a encontrar ninguna palabra que empiece con esas silabas. ¿Habrá en las variantes de Itunyoso o Copala? Hay que buscarlas, y si no existen, pues resultará entonces que lo escrito por ese señor, y que varios investigadores han tomado como bueno, resulta una mentira.
Lo anterior es reflejo del esfuerzo que han hecho paisanos nuestros para darle un significado propio a la palabra trique. Por eso también se ha cambiado a triqui; es decir, cambiar una letra de la palabra que discrimina por otra, creemos que ya no lo hace tanto. Por lo menos eso suponemos porque en realidad su raíz es trique, con todo y su contenido.
Algo que debemos tener presente es que haciendo esto, tomamos la palabra del dominador y no tratamos de mostrar el conocimiento que generaron y nos heredaron los abuelos y abuelas sino que tratamos de quedar bien con ellos.
Bueno, cuando descubrí lo que acabo de relatar, me sentí inconforme. Pensé que será bueno rebelarnos contra esa palabra. Pero ¿cómo y con qué nos rebelamos? ¿Inventamos otra palabra? Pues no es necesario, porque basta con investigar hacia el interior de nuestra cultura para tener la respuesta.
Resulta que cuando viaja uno a cualquier lugar de Copala y saluda a los hermanos de allá, en nuestra lengua ellos dicen: Dugui’ min so’, a’min so’ shnajn’u; va uno a Itunyoso y nos dicen: stnaj ni’ a’mire uaj re dini. En Chicahuaxtla y las comunidades de alrededor decimos que nuestro idioma se llama Nanj nï’ïn; en Santo Domingo y San Isidro del Estado, dicen TNanj ni’in. Con ésta referencia se da uno cuenta que hay una palabra con un concepto común en toda la región para llamar a nuestra lengua y es la palabra shnaj nu’ en Copala, stnaj ni’ en Itunyoso, Naj ni’in en Santo Domingo y Nanj nï’ïn entre nosotros.
Bien, tenemos ya la palabra común; nos falta algo muy importante. Esa palabra, ¿qué quiere decir? Y otra vez, a preguntarle a los viejos. De su respuesta se queda uno impresionado, pues nos dicen: Nanj significa: aliento, viento que sale de la boca, palabra, idioma; Nï’ïn significa: lleno, total, completo, suficiente. Entonces resulta que Nanj nï’ïn quiere decir palabra completa. Platicando en una ocasión con unos hermanos de Copala, decían que shnaj’nu quería decir el idioma del mundo.
Conocer el significado de la palabra que nuestros antepasados le dieron a nuestra lengua lo mete a uno en una reflexión que lo pone a pensar bastante. Cuando los abuelos y abuelas pensaron en su idioma ellos estaban seguros de que era una lengua totalmente suficiente para comunicarse, superior inclusive a otros idiomas vecinos, como son el mixteco, el náhuatl u otros con los que se toparon en su peregrinar antes de asentarse en nuestro actual territorio.
Llamarle Shnaj’nu, Stnaj’ni o Nanj ní’ín, a su lengua es una muestra de la confianza y seguridad que sentían en su conocimiento, en su forma de vida. Es una expresión palpable de que no se sentían menos que cualquier otro pueblo indígena. Nos muestra también que confiaban en su organización social, política y económica. Se tiene que considerar que en un principio todos nuestros antepasados estaban juntos, pues así viajaban y así se asentaron cuando llegaron a estas tierras.
Por ello nos cuentan a los de Chicahuaxtla que en la “loma de catorce palabras” Dakan yiga’anj, se pusieron a platicar entre hermanos que dirigían y acordaron ir a poblar más territorio. Así fue que un hermano se fue a fundar Copala, otro hermano se fue a fundar Itunyoso y la hermana se quedó en Chicahuaxtla. Entonces podemos suponer que la primera palabra fue Nanj nï’ïn y ya cuando la gente pobló Copala e Itunyoso la ajustaron a la variante que con el pasar del tiempo fueron creando. La versión de los hermanos dirigentes, nuestros abuelos y abuelas, de acuerdo a cada variante debe tener su propia versión pero lo importante es que se refieren al mismo hecho histórico.
Como nos damos cuenta, al revisar el origen de la palabra que da nombre a nuestra lengua, vemos que se generó en una condición de absoluta confianza en lo propio. Eso mismo nos pone a pensar en cómo estamos hoy, si nuestras actitudes actuales corresponden a la actitud de los ancestros cuando nos relacionamos con otras culturas, en especial con la de los mestizos.
Imaginemos que reviven esos abuelos antiguos y que alguien les dijera “tú eres triqui”, seguramente se enfurecerían porque tendrían en su mente el valor que tiene la palabra con que se definieron.
Con todo lo anterior, cuando uno trae la rebeldía en su mente y descubre lo descrito, por lo menos en mi caso me incomoda que nos llamen triques o triquis, porque llega a mi pensamiento el orgullo de los viejos. Y pienso que deberíamos inconformarnos con la dominación, porque es la palabra con la que los dominadores nos definieron para hacernos menos y entonces ir creando las condiciones para que nosotros aceptáramos su cultura, como está pasando actualmente.
Nosotros como nativos somos generosos con la cultura del español porque cuando he comentado con algunos paisanos sobre la necesidad de hacer que el resto de la sociedad nos llame gui a’min nanj nï’ïn, algunos me dicen: no, porque es difícil y no lo pueden pronunciar. Sin embargo, ellos no hacen lo mismo con nosotros porque es común que se burlen de nosotros porque no hablamos bien el español.
Otros pueblos indígenas que han enfrentado la misma situación se han logrado poner de acuerdo, independientemente de sus diferencias políticas o conceptuales, logrando hacer que la sociedad nacional y el mundo los reconozca y respete desde su herencia cultural, como son los casos de los tarahumaras que ahora son rarámuris, los tarascos que ahora son purépechas, los otomis que ahora son nñañus, los mixes que cada vez más se les respeta como ayuuk. Entre los mixtecos están trabajando para se les respete como ñusavi.
Una pregunta final es ¿somos capaces de retomar el orgullo, la satisfacción de los abuelos y abuelas, el gusto por su cultura y definirnos como ellos lo pensaron, como nos lo heredaron? ¿O nos seguimos doblegando a la cultura que nos ha dominado y lo más que vamos tratando es buscar justificaciones a la palabra y concepto con que nos definen los dominadores? ¿Nos dignificamos o mejor dicho nos liberamos con lo propio o nos quedamos en la dominación?
Esta propuesta es una reflexión que parte de nuestra herencia cultural, qué haremos, cómo le aportamos más elementos, cómo lo compartimos, y si es posible ir construyendo una propuesta amplia y colectiva. Porque creo que este asunto no es de los investigadores de fuera, es un asunto nuestro, de los que formamos este gran pueblo de la palabra completa, gui a’min nanj nï’ïn, Shnanj’nu, Stnaj’ni.