Arte y Feminismo
Conversación de Lucero González con Angélica Abelleyra
Celebración. Reconocimiento. Reflexión. Un libro como éste reúne todo eso, más la posibilidad de encontrar nuevas formas de establecer y ampliar vínculos de conocimiento, de goce y vinculación de las mujeres en el arte.
Entre un montón de papeles y de retos, el centro de la mesa no es nada más el de las copas de vino sino un tema de conversación: el Museo de Mujeres Artistas Mexicanas –MUMA- en su séptimo aniversario. Sus logros y desafíos; lo alcanzado y aquello en lo que debiera reconstruirse y continuar imaginando día con día para insistir en la misión que se planteó en su nacimiento como espacio virtual independiente, no lucrativo, de diálogo, intercambio y vínculo entre las mujeres artistas de México y sus colegas en todo el mundo.
Lucero González (LG) –fotógrafa, impulsora y fundadora del museo, quien lo dirige desde hace siete años- y Angélica Abelleyra (AA) –periodista, fundadora e integrante del Consejo Consultivo del museo-intercambian inquietudes y plantean algunos desafíos del espacio que ha unido a artistas, historiadoras del arte, curadoras, periodistas, colectivos y públicos diversos que proceden de la mayor parte de México pero también de ciudades en América Latina, Estados Unidos, Canadá y Europa.
Queda a manera de testimonio este encuentro que trasciende a las dos convocadas, ya que el resumido panorama se enriquece con la visión de otras artistas e historiadoras que conforman también el grupo impulsor de este museo cumpleañero que esperemos goce de larga vida.
LG. Una de las cosas que más me gusta del museo es su apuesta por la diversidad, la pluralidad, por hacer un ejercicio más democrático al elaborar un archivo con todo lo producido en el siglo XX hasta la fecha, así como dar cuenta de la enorme cantidad de trabajo y creatividad en el país, desde Tijuana hasta Mérida.
Reconstruir una memoria con todo un archivo de obra es tarea que se hace todos los días. También el concebir exposiciones virtuales y físicas –en museos, centros culturales y galerías- con el espacio de libertad que dan los proyectos independientes, donde MUMA ha involucrado a nuevas curadoras y artistas recién egresadas de las escuelas de arte, junto a mujeres de gran trayectoria. Desde una Helen Escobedo (q.e.p.d), que sigue con nosotras apoyando este proyecto, hasta chavas con 20 años que están produciendo arte que nos importa registrar.
Junto con estos pasos ya dados, uno de los retos de MUMA es afianzar la construcción de lo que llamo una “red de redes”. Ya hemos llevado al museo con artistas de Xalapa, Querétaro, Tijuana, Puebla, Oaxaca, San Miguel Allende, Chiapas, Mérida, Guadalajara, Guanajuato. Es la parte que deseo impulsar más en los próximos años.
AA. De acuerdo, construir esta red es quizás donde MUMA tiene que trabajar más. Por un lado, tenemos la apatía generalizada en México de la que no se salva el sector de las artes. Todas hemos estado en diferentes ciudades para presentar el museo pero poco es lo que hemos recibido de proyectos curatoriales para su exhibición virtual. El entusiasmo mostrado en cada sitio no ha tenido eco en el trabajo regional. En ese sentido la crítica va en muchas vías pero al museo le corresponde asumir que no ha podido animar esa participación. Las artistas están haciendo su trabajo para sobrevivir, pues la crisis económica nos alcanza a todas y la sobrevivencia marca las reglas. Por otro lado, tenemos que hacer gestión con instituciones culturales, tanto federales como estatales, oficiales y privadas, a fin de conseguir recursos y retribuir todo el trabajo, que siempre ha sido un principio cumplido del MUMA.
LG. La red surgió con el propósito de hacer un trabajo en colectivo pero, en efecto, la apatía y la crisis hace que la gente priorice sus compromisos personales. Después de siete años, me tiene que caer el veinte de que las artistas todavía no se han propuesto salir de su nicho, volverse más generosas y tratar de hacer algo en colectivo.
AA. Hablaba hace poco con Maris Bustamante sobre esta coyuntura de Los Grupos –años setentas y ochentas en México- y la poca relación con el presente artístico. No sé si es generacional o si a futuro habrá un cambio, pero hoy existe una individualización de los proyectos creativos. Y en el periodismo, por ejemplo, los mejores trabajos de investigación, con trascendencia política y económica incluso, se están haciendo en colectivos. Trascienden la competencia y la transforman en colaboración. Allí están los salvadoreños, los colombianos y los brasileños para demostrarlo. Es interesante como fenómeno no relacionado con el arte, a fin de que se replicara hoy en este ámbito.
LG. La crisis y el desencanto general provocan que no se esté dando lo colectivo en muchos terrenos. Las artistas que están en la plataforma no se han comprometido del todo con los valores del MUMA; se estacionaron en un espacio individual de ‘mando mi portafolio y estoy en Galería’, lo más lucidor. Tendremos que replantear tareas para provocar retroalimentaciones de trabajo, tanto artísticas como teóricas.
AA. Además de ese reto, está el de seguir alimentando el archivo documental del arte hecho por mujeres y las reflexiones del feminismo y la práctica artística. Quizás esta aportación del MUMA ha sido menos visible que las exposiciones –virtuales y/o físicas- pero es relevante para su crecimiento. El archivo del museo va más allá de una reunión de imágenes; es también el acervo teórico del arte feminista que sin duda hay que seguir reforzando.
LG. La reflexión es uno de nuestros ejes. Precisamente los tres ensayos que conforman este libro son de tres artistas que dan respuesta a ciertas reflexiones teóricas sobre el género. Lorena Wolffer desarrolla las nuevas identidades, los “géneros fluidos” que hoy marcan la vivencia del género, para ampliarlo y modificarlo. Ofrece una revisión de las maneras en que las mujeres artistas parten del cuerpo como un espacio de preguntas sobre los orígenes y analiza las maneras en que los procesos culturales nos asignan una identidad. Todo por fortuna está en vital cuestionamiento pues han sido rebasados los conceptos de femenino / masculino. Y esa ha sido una aportación teórica del feminismo.
Magali Lara hace una reflexión muy personal sobre la maternidad, la pérdida, la propia historia reconstruyéndose. Es un texto en primera persona, íntimo, conmovedor, entrañable.
Ana Quiroz repasa la obra de las mujeres artistas no sólo en los ámbitos privados de los museos y las galerías, sino del espacio público. A partir de una serie de propuestas teóricas, llega a la conclusión de que todo arte es político. Yo comparto esa posición y deseo que cada ensayo ayude a una toma de conciencia y a un cambio de mentalidad.
AA. Me parece que los tres textos se complementan muy bien, casi de manera mágica. Cuando se planean los posibles contenidos de un libro nunca sabes si embonarán. Y aquí, ya construidos, suman las visiones de microscopio y de telescopio. Por un lado, Magali con lo personal y desgarrador de la relación con nuestras raíces, la madre, la muerte ajena y la extinción propia. Por otro, como en telescopio tenemos a Ana y lo político, la acción en el espacio colectivo. Finalmente, hay una intermediación con lo social a través de Lorena y su concepción amplia sobre el género y la conformación de nuevas identidades, familias.
Me gustaría añadir que un libro no sólo es celebración. También es una comprobación del trabajo y de la amistad, la calidez que ha reunido el MUMA en siete años. Partir de lo profesional sin desatender nuestros procesos personales, íntimos, y un crecimiento también en solidaridad y respeto. Como periodista cultural, MUMA ha sido un lugar de encuentro, de enfoque. En el periodismo te quedas como espectadora de alguna manera. Aquí ha sido comprometerme, ser actora de muchas formas. Ya no sólo cuentas las historias desde el otro lado de la barrera sino que te haces responsable de tu propia palabra y reflexión en torno del arte y la mente de las mujeres. Y sumas a tus palabras las otras que finalmente conforman a una colectividad.
LG. Así como ha sido tu experiencia, creo que todas nos hemos enriquecido del mundo del arte de las mujeres. Quizás el arte no cambia las mentalidades pero si genera una reflexión para tener una conciencia mayor de cómo la construcción cultural de ser hombre o ser mujer se ha ido transformando en el tiempo y el espacio.
Otro de los retos del MUMA será ampliar las redes de intercambio con los colectivos feministas. La mitad del Consejo Consultivo es feminista. Por más de cuarenta años existen intentos de hacer activismo a través del arte y por los derechos de las mujeres. Conversando con otras artistas, vemos que no hemos logrado engarzarnos del todo. Es un trabajo que seguiremos haciendo no sólo en México sino en el mundo porque esta plataforma abre las ventanas hacia todos lados. Hemos establecido intercambios con colectivos en Argentina, Brasil, Costa Rica, Perú, Colombia, con el Museo Internacional de Mujeres en San Francisco (California, EU), los museos de la mujer en Washington y Alemania, además de contactos con iniciativas en Canadá, Francia y España. El reto es ampliar esos vínculos de comunicación permanente.
El vino que antes era el centro de mesa se ha consumado. Las reflexiones en torno del MUMA no. Al contrario, se alimentan a diario, como en estos siete años. Y lo que sigue.