Vistome
Todos los días decidimos cómo vestirnos. La vestimenta nos identifica, cada prenda que seleccionamos habla de la imagen que queremos dejar en el otro y en nosotras mismas.
Para unas, vestirse es ponerse una camisa de fuerza de la que es difícil escapar, un uniforme en una cárcel social que tiene severas reglas de comportamiento. Para otras, vestirse es salir del cascarón y emprender el vuelo en el libre cielo por la ruta que nos dé la gana. Vestirse explica cómo nos percibimos y pensamos que los otros nos perciben. Vestirse es un acto de comunión con el cuerpo que modela nuestro comportamiento, que delata rasgos de personalidad, de nuestro pasado y del futuro que concebimos o al cual aspiramos.
Vestirse es extender nuestra piel para tocar el universo. Quiero invitarte a escribir sobre tus emociones y pensamientos al vestirte, hacer una reflexión sobre este acto cotidiano, tan común que no por ello deja de ser trascendente. Te pediré un ensayo, poesía o cuento y en base al mismo elaboraré un vestido que será parte de una colección. Al terminar, el vestido será tuyo.
Este es un proyecto con trece escritoras mexicanas participando en un trabajo interdisciplinario, para llevar la palabra al textil, al objeto.
Gracias por participar.
Miriam Medrez
Texto de Erick Vázquez
Miriam Medrez preguntó a trece escritoras acerca del hecho de que vestirse sea extender nuestra piel para tocar el universo. Con las respuestas ha diseñado vestidos esculturas en donde la experiencia múltiple de las poetas ha sido arropada por el trabajo de Miriam con todo el respeto posible: toda la dimensión social, económica y política de las prendas que nos cubren y que son el trabajo de miles, de cientos de miles de pares de manos con la sola finalidad de cubrir la piel; todas las experiencias formativas de la infancia en un cuerpo que se recuerda pequeño, las cosas que de antiguo permanecen en la experiencia de la epidermis y que algunos en un gesto desesperadamente romántico han llamado “genética”, el misterio de la palabra y su relación con el cuerpo.
¿Qué es la palabra? Imaginamos que alguna vez fue una sola cosa en un tiempo más inocente, indivisa, antes de la escritura, en una era virgen de la Tierra, cuando la voz que designaba las cosas no se distinguía del canto ni de la magia ni de lo que ahora llamamos torpemente poesía y que en un vocablo anterior a la cuna de la civilización se pronunciaba con el discreto nombre de rapsodia. Rapsodia es una voz de la lengua promiscuamente catalogada como indoeuropea que literalmente se traduce al castellano como coser cantos, y que designa la acción de doblar un canto sobre otro para formar un lienzo.
¿Qué es el cuerpo? Vestirse fue el primer acto de nuestros padres inmediatamente después de abrir los ojos y saberse desnudos. El acto de coser hojas de parra para cubrirse el sexo fue la reacción al primer sentimiento de vergüenza, y la vergüenza no es desde entonces sino la conciencia del propio cuerpo, de la propia existencia. Ese instante diario de la desnudez que prepara hacia la experiencia del mundo recuerda el momento primordial de sabernos solos, de sabernos vivos a ciencia cierta. No es ningún accidente que las poetas convocadas por Miriam para este proyecto hayan respondido al hecho del vestirse desde un sufrimiento tan cercano al goce, desde un goce tan indistinto a la dolencia, porque se trata de la práctica de abrirse al otro, repetida, nacer casi, todos los amaneceres, antes del desayunar, salir a enfrentar los trabajos y los días, empezar a hablar las cosas de siempre al semejante habitual.
¿Qué es la escultura? Cada escultor tiene una respuesta al enigma por el cuerpo, y la respuesta de Miriam en esta ocasión es enciclopédica. Parece decir: El cuerpo sólo nos parece sólido por la ilusión de la consistencia de la carne, pero es en realidad fluido. Cobra la forma del recipiente conformado por las palabras que se articulan en nuestra rutina de infancia y sonrojo, tejido de significados que portamos como un vestido, debajo la desnudez del alma informe. Necesitamos las manos de madre, amantes, hijos y amigos, como si fuésemos arcilla demasiado blanda. Es un gesto lleno de ternura y crueldad típicamente maternal proteger la intimidad de la escritura para mostrarla. Estos vestidos son todo lo contrario de una coraza, y sin embargo de una protección más recia. Con esta colección Miriam Medrez demuestra de una vez por todas su calidad como maestra del oficio y del arte de la complejidad formal de un concepto.
Fotografía de los vestidos: Roberto Ortiz Giacomán
Procesos digitales de fotografía: Carmen Roel